EL
HOBBIT 2: LA DESOLACIÓN DE SMAUG
José
Francisco Sastre García
Desolación…
Sí, puede ser una palabra adecuada para esta película, aunque tampoco vamos a
ser excesivamente simplistas o negativos.
A
nivel argumental, diremos que la adaptación de la novela de Tolkien va un poco
demasiado lejos para mi gusto: la introducción de Legolas, por ejemplo, no es
más que un elemento supletorio para relacionar la historia con la de El Señor de los Anillos, al igual que
las alusiones en la primera película cuando se reúnen Gandalf, Saruman y
Galadriel; y lo mismo podemos decir de las apariciones de Radagast, que en el
libro se reducen a una mera alusión que hace Gandalf a Beorn mientras descansan
en su casa.
Luego
tenemos otra cuestión, que en el fondo no es más que una cuestión de índole
catártico: tanto en El Viaje Inesperado
como en ésta, la compañía de enanos se lleva golpes a mansalva, caídas libres,
ataques por todas partes… ¿Y el único resultado es un flechazo en la pierna de
uno de los enanos?
Al
margen de la película en sí, que en el fondo sí que me ha gustado, hay un
detalle que agradezco: me gusta Smaug, el dragón, una criatura a la vieja
usanza, artero, cruel, poderoso, con una figura que se me antoja muy lograda…
Desgraciadamente, hemos de volver al párrafo anterior: los enanos se enfrentan
a él a pie firme, ¿y ninguno sale siquiera herido?
A
nivel fílmico, diré que la famosa grabación en 3D (la primera la vi en formato
normal, y ésta es la primera vez que me pongo las dichosas gafas) me ha dejado
frío: en muchas ocasiones se notan demasiado las capas creadas para dar el
efecto, y realmente no ha sido tan impresionante como dicen: hay un momento en
que una abeja se acerca a la cámara, pero qué quieren que les diga, no he
tenido la sensación de que fuera a picarme…
En
conclusión, puedo decir que, personalmente, me parece una película que se deja
ver bien, sobre todo si obviamos que se trata de una adaptación literaria,
aunque para mi humilde opinión le sobra metraje: considero que para El Hobbit, un libro de unas 200 páginas,
no hacía falta una trilogía, por mucho que Peter Jackson haya pretendido
enlazarla con El Señor de los Anillos
a través de alusiones y precuelas obtenidas del Silmarillion y la mitología tolkinianas.
Podría
ser malo y contar lo que va a pasar en la tercera película, algo que ya sabrán
quienes hayan leído el libro, pero no: yo me preguntaba qué sentido tendría la
tercera película, hasta que retomé el volumen (hacía mucho tiempo que no lo
releía) y comprobé cómo acaba, lo cual me permite pensar que, efectivamente, se
puede extraer todavía más chicha de unas veinte o treinta páginas: lo dejaremos
en que Smaug muere (como cualquiera puede imaginarse), y en que hay una gran
batalla en Erebor. Y hasta aquí puedo leer…
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