sábado, 25 de octubre de 2014

HASTA EN LA SOPA

               
THE NEW LHORK HERALD TRIBUNE

                  ¡LHORK, LHORK, LHORK,... HASTA EN LA SOPA!




Dale que te pego.- De nuevo, tomo la pluma (que dicen que es más fuerte que la espada, aunque lo dudo) para poner al mundo en guardia contra el complot que el Círculo de Lhork tiene planeado. En estos momentos, auténticas riadas de información sobre la estrategia que esta odiosa sociedad tiene monta­da, así como sobre los insignes personajes que cayeron como... (Bueno, suprimamos los insultos. Hay que ser profesionales, ¿no?) en semejante lugar y con semejante tribu.
A continuación, pasaré a detallar la última rela­ción de estos... (Lo sien­to, no puedo evitarlo: se me escapa la mano) históricos que se metieron en un frega­do semejante.
Ricardo Corazón de Lhork. Contra todo lo que pueda parecer, organizó su cruzada no para liberar Tierra Santa de los sarrace­nos, ni para zurrarse con Saladino, al que, según fuentes fidedignas, tenía gran aprecio; en realidad, había recibido un chivatazo acerca de la situación del legendario Cetro de Trados: ni más ni menos que en el antiguo emplazamiento del Templo de Salhorkmon. Como el sultán musulmán había recibido el mismo soplo, fue a su vez a buscarlo, lo que provocó un desagradable encuentro entre ambos, que salieron escaldados y tras­quilados, ya que el dichoso trasto no estaba en realidad allí.
James Lhork, más cono­cido como 007. Famoso espía británico, en lucha perma­nente contra el imperio de los supervillanos, entró a formar parte del Círculo a consecuencia de una estúpida apuesta con el doctor No, con el que no se llevaba mal más que frente a las cáma­ras; una vez a solas, se iban de copas hasta las tantas de la madrugada, volviendo a sus casas en un lamentable estado que se deterioraba aún más cuando les descubrían sus airadas esposas.
Lhorknardo da Vinci. Uno de los hombres más geniales de la Historia, con más inventiva y más sagaci­dad... Cuántas tonterías hay que oír hoy en día: ni era tan listo, ni tan genial, sino medio bobo. El famoso cuadro, la Gioconda, iba a ser, en principio, un retra­to de Lucrecia Lhorkia, una integrante del Círculo de armas tomar; pero como el "pintor" demostró ser un auténtico negado, la misma Lucrecia hubo de hacerse su propio autorretrato. Todos sus inventos parten de planos e ideas más antiguas, que encontró desparramadas por todas las habitaciones del centro principal del Círculo, y de las que se apropió por todo el morro.
 Alhorkandro Magno, el gran conquistador. Parece ser que ya de joven era bastante díscolo y gamberro, provocando continuos alter­cados entre los miembros del Círculo. Al final su padre, Filipo de Macedonia, terminó por mandarle a freir monas, lo que hizo que el joven, tan alocado como su nombre parece indicar, se mosqueara y se fuera, precisamente, a buscar alguna "mona". Reunió un gran ejército y partió en busca de ni se sabe qué, apropiándose de todo el territorio que recorría; en consecuencia, su imperio se extendio hasta la India, donde encontró no sólo "monas", sino también ele­fantes, que le curraron de lo lindo. A causa de esta debacle, y del hecho de que para mantener contentos a sus hombres les permitía generosamente emborracharse con vino de LhorkRioja, le pasó lo que le pasó.
Los Cuatro Jinetes del Alhorkalipsis, a saber: el Hambre, la Guerra, la Peste y la Muerte. ¿Quieren saber por qué se quedaron así? Bien, uno de ellos era un joven fornido que hizo una huelga de hambre cuando el Círculo determinó no publi­car ninguno más de sus estúpidos artículos; otro de ellos era uno que discutió con el fundador de la socie­dad por diferencias de opinión acerca del tono de los relatos que habían de ser publicados, y montó en cólera; otra era una mujer a la que, aunque intentaron por todos los medios echar del Círculo (Olía tan mal, que cuando le publicaban un artículo todo el fanzine iba directo al vertedero más cercano), no lo consiguie­ron; y el último, pero no menos importante, era un hombre ya hecho y derecho, del cual no se conocía su edad, y que siempre escribía artículos y relatos con un tono tan marcadamente morbo­so y macabro que la gente del Círculo prefería sentar­se lo más lejos posible de él (Igual que de los otros tres, por cierto).
Apolhork, el legendario dios griego del Sol. Mancebo tan apuesto era él, tan narciso como el dios del mismo nombre, que cuando Zeus le dio el tercer aviso, se mosqueó y se largó a nadie sabe dónde. Hasta el momento, ni siquiera Lobatón ha conseguido encontrarle.


Jose Francisco Sastre García




Nota de la redacción: es para nosotros un penoso deber comunicar a los lectores que nuestro articulista, el sr. Sastre, parece haberse unido a las legiones de aquellos a los que vilipendiaba desde sus artículos. Al parecer, escapó del psiquiátrico en el que había sido internado cavando con una cuchara un túnel de cincuenta kilómetros. Escarmentado, escribió éste su póstumo trabajo en algún lugar desconocido, aunque no pudo resistir la tentación de acercarse al edificio de la redacción a sacarlo por una impresora matricial, que fue lo que le perdió: el guardián volvió a pillarle, y esta vez, nuestro articulista se le enfrentó ferozmente según la descripción del guardia. Sacó de sus bolsillos un par de donuts y trató de sobornarlo para que le dejara escapar, mas nuestro hombre, incorruptible como el que más, se los arrebató y se los comió sin más miramientos. A causa de tal acción, del fondo de su gabardina, el sr. Sastre extrajo un paquete que contenía una docena de bizcochos de soletilla y un termo con chocolatillo caliente, que ofreció al guardián tratando de comprarlo de nuevo; casi lo consiguió, pero, por suerte, se había puesto a régimen unos días antes, así que el periodista se enojó tremendamente y se lanzó sobre el vigilante. Por suerte (perdón, desgracia), rebotó en la gran barriga nuestro heroico hombre y salió despedido por la ventana en el momento en que pasaba, por allí, el camión de la basura. A instancias nuestras, se han registrado todos los vertederos de los alrededores en busca de su cuerpo, no encontrando más que un rastro hediondo que termina en las alcantarillas. Descanse en paz el sr. Sastre (¡Ya era hora...)

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