LOS
CONOCIMIENTOS PERDIDOS:
UNA
REVISION DE LA
HISTORIA HUMANA
José
Francisco Sastre García
INTRODUCCION
La idea
fundamental al escribir este artículo es la de mostrar un pasado que, aunque no
se ha comprobado fehacientemente, pudo haber estado ahí. Mitos como Atlantis,
Lemuria o Mu, siempre despreciados por la arqueología oficial como meras
leyendas por la falta de pruebas contundentes, podrían estar en la base de
nuestra historia como pueblos que dejaron un legado que se ha perdido a lo
largo de los siglos.
No
pretendo dogmatizar, ni asegurar que lo que expongo es completamente cierto: es
mi teoría al respecto, perfectamente aceptable o rechazable: que cada cual tome
partido.
Voy a
evitar el documento científico, puesto que no hay una base clara para él, y me
voy a centrar, sobre todo, en el relato de los hechos tal y como pudieron
suceder; en notas aparte expondré los datos reales que pueden inducir a la
interpretación que doy a los hechos. Al mismo tiempo voy a evitar fechas,
puesto que la única que parece conocerse con seguridad es la de la destrucción
de Atlantis, hará unos 10.000 ó 12.000 años.
LA HISTORIA
Partiremos
de la civilización lemuria, también conocida como Mu: un continente enclavado
en el Pacífico, donde se está desarrollando una civilización que pronto accede
a grandes conocimientos, ya sea por origen propio o externo[1].
Poco a
poco comienzan a crear un gran imperio y a expandirse: por un sentido místico
que desconocemos, tienen el número siete como algo muy sagrado, lo que se
traduce en la creación de reinos de siete capitales, como podremos comprobar
más adelante.
La primera
expansión se produce, lógicamente, en el territorio insular del Pacífico: crean
siete capitales, a cual más imponente, basadas en una técnica precursora del
megalitismo[2].
La lengua
hablada por estas gentes era la denominada naakal, quizás la más antigua precursora
del sánscrito[3].
Cuando
salen de su continente se esparcen en todas direcciones: por el Este llegan a América,
donde fundarán dos imperios: en América del Norte, en la costa Oeste, el
imperio conocido posteriormente como las Siete Ciudades de Cíbola; y en
Sudamérica, el imperio de Eldorado[4].
Por el
Oeste entrarán en contacto con las gentes del centro de Asia, con las que se mezclarán
para dar lugar al primer imperio Uigur; algo más al Sur, en las penínsulas de
Indochina y el Indostán, darán lugar al imperio Rama[5].
Aún
prosigue más su expansión, creando al menos otras dos grandes civilizaciones:
en el valle del Nilo dan lugar a la civilización de Osiris, y surcando el mar
llegan hasta una isla del Norte del Atlántico, donde se asentarán los rudimentos
de la posterior Atlántida[6].
Los
conocimientos de estos imperios aumentarán con el paso del tiempo, dando lugar
a un momento en el que poseen una tecnología y una espiritualidad altamente
elevadas, aunque, por supuesto, los elementos sediciosos nunca faltan. Poseen
aparatos aéreos con los que, entre otras cosas, cartografiarán el planeta
completo, y un conocimiento profundo de las estrellas y el cielo en general.
Se produce
la primera ruptura cuando Atlantis, quizás un lugar de deportación de elementos
indeseables por su naturaleza inestable y volcánica, se rebela contra Lemuria y
busca el dominio del mundo. Tal vez por un gran motín de estos elementos
indeseables la isla atlántica se convierte en una gran fábrica de armamento,
tanto aéreo como terrestre, y comienzan a crear lo que probablemente sea el
ejército más poderoso de su época.
Los demás
reinos, acostumbrados a la paz, no están suficientemente preparados, por lo que
claudican o son destruidos: la
Civilización de Osiris pasa a depender de Atlantis junto con la Uigur, Eldorado y los
lemurios, y el imperio de Cíbola es arrasado por completo al igual que el imperio
Rama[7].
En este
intervalo en que Atlantis es dueña y señora del mundo conocido, caen del cielo unos
seres con los que, en un principio, se mezclará el imperio uigur[8];
los restos del imperio Rama se desgajan, desviándose unos hacia el Noroeste y
dando origen, posiblemente, a la gran migración aria, y los otros hacia el
Norte, huyendo de la dominación atlante y escondiéndose entre el Himalaya y el
Karakorum, en alguna región cercana al Tibet, donde fundarán el reino del Aghartha,
con capital en Shambhala[9];
en el valle del Nilo, el rey Surid tiene una premonición funesta y ordena la
construcción de la Gran
Pirámide.
Los
atlantes prosiguen su expansión por todo el mundo y fundan nuevas poblaciones
en la Costa Este
Norteamericana y las Antillas, en el Sur de Africa, en la Península Ibérica,
en una isla del Norte de Europa que posteriormente desaparecerá y será conocida
como Hiperbórea[10],...
Del apogeo
y caída de los atlantes ya hablé en un artículo anterior, por lo que no merece
la pena extenderse demasiado en ello. Por tanto, como resumen, decir que hace
unos 10.000 ó 12.000 años, un gran cataclismo cambia la superficie del planeta
y sumerge en el mar tanto la civilización atlante como los restos de la
civilización lemuria[11].
Los
atlantes que sobreviven a la catástrofe se instalan, de un modo permanente, en
las tierras sometidas: Tartessos, el Hoggar, Egipto, las Bahamas, ... Sin
embargo, los pueblos sometidos, al ver el momento de debilidad de sus
opresores, se rebelan y exterminan a la mayoría de los atlantes, arrasando las
colonias.
Sobre la
antigua Tartessos se levantará una nueva, que será un pálido reflejo del
esplendor atlante; sobre los restos del imperio Eldorado, que son los mayas y
aztecas huidos de Atlantis, los toltecas y los chimúes, caminarán las
civilizaciones precolombinas, sobre todo los incas, quienes fundarán Machu
Picchu sobre la ciudad vieja y absorberán todas las culturas[12].
Con el
tiempo, las civilizaciones se irán recuperando del tremendo golpe sufrido y surgirán,
como aves fénix de sus cenizas, los pueblos de Mesopotamia y Egipto, y
aparecerán los cretenses en un intento de emular, en vano, el poder y el apogeo
de Atlantis; como remanentes de la raza atlante, los tuaregs, atalantes, vascos
y guanches se mantendrán apartados del resto de las culturas, practicando sus
tradiciones hasta que sean englobados o eliminados por otras culturas.
CONCLUSION
Si se han
molestado en ir siguiendo las notas, comprobarán que, lejos de la inexistencia
de datos, como mucha gente afirma, éstos son abundantes; el problema estriba en
que ninguno de ellos es, en sí mismo, prueba irrefutable de la teoría expuesta
en estas líneas; se trata tan sólo de datos circunstanciales, como el
comportamiento de las aves migratorias en el Atlántico o la migración
antinatural de las anguilas. Tomados uno a uno no demuestran nada, mas, tomados
en conjunto, forman una panorámica realmente sorprendente, distinta de aquella
a la que nos tiene acostumbrados la Ciencia Oficial.
Es poco
probable que algún día se llegue a demostrar todo lo relativo a las antiguas civilizaciones
perdidas, pero espero con paciencia que llegue ese día.
NOTAS
[1] Aunque es perfectamente plausible que a lo largo
de los milenios esta civilización pudo haber alcanzado los conocimientos que se
le atribuyen por sí misma, es bien cierto que las tradiciones de casi todos los
pueblos antiguos hablan de la intervención de fuerzas extraterrestres,
procedentes fundamentalmente de tres lugares del espacio: Orión, las Pléyades y
Sirio. A pesar de que no parecen tener demasiada relación entre sí, si situamos
estas localizaciones en un mapa estelar podremos constatar que están bastante
juntas, en el mismo sector aproximadamente. De existir estos Maestros Cósmicos,
¿podría ser posible que su lugar de origen fuera único y que cada pueblo lo
interpretara a su manera? ¿Es posible que el lugar real de origen sea, como
aseguran los dogones, el sistema estelar de Sirio?
[2] Buena prueba de este megalitismo la encontramos
por todo el Pacífico: existen restos ciclópeos en Pascua, Tinián, Nuevas
Hébridas, Australia, etc. Y la mayor prueba de toda esta teoría, aunque no
concluyente, es posiblemente el gran complejo arquitectónico conocido como Nan
Madol, en la isla de Ponapé, conocida actualmente como Pohnpei, en la cual
reside una extraña secta que se consideran custodios de los antiguos misterios.
[3] Aunque al coronel Churchward se le ha
desacreditado y vilipendiado mucho, en parte debido a sus propias afirmaciones
(de las cuales se puede afirmar sin temor a equivocarse que algunas son
realmente estrambóticas e imaginarias), es posible que en estos puntos no le
falte razón: él afirmaba que el conocimiento del imperio de Mu le llegó en la India, por intermedio de
unos misteriosos sacerdotes que se ofrecieron a traducirle unas no menos
misteriosas tablillas de una lengua desconocida que llamaba naakal. Algún
tiempo después, Niven encontró en México tablillas que se dijo contenían la
misma lengua que las hindúes, e incluso se llegó a asimilar con la lengua
rongo-rongo de Pascua. A pesar de las apariencias, estas noticias hay que
contemplarlas con una cierta reserva, ya que en su momento promovieron una
considerable controversia no exenta de ciertos puntos oscuros y contradictorios
por ambas partes en conflicto.
[4] Dan fe de estos datos, aunque no de un modo
fehaciente, los restos arqueológicos que se pueden encontrar en las dos
Américas: restos vitrificados de los que hablaremos posteriormente en la región
Oeste de Norteamérica, y las ruinas de lo que fue el imperio chimú, con una de
sus capitales, o tal vez una capital posterior, en el complejo urbano de Chan
Chan.
[5] Aunque los nombres no están asignados al azar,
tampoco es muy seguro ni probable que fueran precisamente ésos los términos con
que se conocía a los imperios. Lo que sí es cierto es que, posteriormente a estos
hechos, en el transcurrir oficial de la historia, surgirá un auténtico e
histórico pueblo uigur, que quizás procediese de aquéllos primeros. Y en cuanto
al imperio Rama, basta con efectuar un viaje por las regiones indicadas en el
artículo para ver los complejos de Angkor, las culturas de Amri, Nal y Quetta,
los restos existentes en el Punjab y el Deccán, Mohenjo Daro, Harappa, etc.
[6] En cuanto a la civilización de Osiris, debo decir
que hay algo con lo que los arqueólogos no cuentan o no han querido recapacitar:
¿cómo es posible que un pueblo nómada, neolítico, de pastoreo, se ponga a
edificar en un plazo increíblemente breve de tiempo grandes templos, mastabas y
ciudades? Es más fácil pensar en una influencia externa, lemuria en este caso,
que hace que los primitivos habitantes del valle del Nilo se reúnan para crear
una cultura urbana. En este sentido, es fácil pensar que pudo ocurrir algo
similar en el Creciente Fértil, en Mesopotamia, donde ocurre un fenómeno
similar: se pasa bruscamente de una cultura neolítica a una urbana. ¿Eran los
annedoti, y Oannes su jefe, descendientes de la gran raza?
Sobre los atlantes poco hay que decir, puesto que ya publiqué una serie de
artículos sobre ellos en esta misma revista. Tan sólo comentar que mi opinión
sobre ese tema ha sufrido algún que otro pequeño cambio, debido a datos y
teorías en las que no reparé en su momento. Por ejemplo, es posible que los
gorgones de la mitología no fuesen seres extraterrestres, como apuntaba en
aquel trabajo, sino tal vez criaturas reptilianas del tipo de los dinosaurios,
como el Coleophysis o el Ornithomimus.
[7] Una buena prueba de estas expediciones de castigo
la encontramos, por una parte, en los restos vitrificados de lo que pudo ser el
imperio de Cíbola: resteos pétreos que han quedado con una consistencia similar
al vidrio a consecuencia de la exposición a una inmensa elevación de la
temperatura; en este sentido, los expertos aseguran que para que se produzca
este efecto de vitrificación es necesaria una explosión termonuclear. Realmente
sugerente, ¿no es así?
Por otra parte, en la India
tenemos dos joyas literarias realmente reveladoras de lo que pudieron ser
aquellas guerras míticas: el Ramayana y el Mahabbarata, donde se describen, con
todo lujo de detalles, las luchas y armas que empleaban Rama por una parte y
sus enemigos los rakashas por otra: aparatos aéreos llamados vimanas, sistemas
bélicos que por su descripción se ajustan perfectamente a los actuales misiles,
e incluso armas de tipo nuclear, como ya he explicado en el párrafo anterior.
[8] Estos seres son los dropas, descritos en los
discos de Bayan-Kara-Ula, en Mongolia, como pequeños, débiles, de tez pálida
amarillenta y ojos rasgados, y procedentes del cielo a consecuencia de un
accidente en sus naves. Es lícito pensar que quizás, en un lejano principio, se
mezclaron con las primeras razas, pero lo que es seguro, por las tradiciones
posteriores, es que en la época histórica los guerreros asiáticos los
exterminaron.
[9] Por lo que respecta a este imperio Rama, algunos
datos nos permiten pensar que pudo ser el pueblo más espiritual de su época:
una posible prueba, de carácter no físico evidentemente, la podemos encontrar
precisamente en la gran espiritualidad que emana de esas regiones en concreto,
donde se asentarían los restos del pueblo, y la esperanza que todos tienen
puesta en el Rey del Mundo, de Shambhala, quien podría ser un descendiente
directo de aquella civilización que llegó a alcanzar tal nivel de conocimientos
y sabiduría que descubrió la manera de partir hacia otra dimensión desde la que
podrían acceder a ésta cuando quisieran.
[10] Las posibles localizaciones atlantes son muy
variadas: restos encontrados en las Bahamas (El Muro de Bimini y todas las
estructuras que hay a su alrededor), los restos cilópeos de Zimbabwe en
Sudáfrica, los restos existentes en la isla de Heligoland, en el Mar del Norte,
frente a Cuxhaven, Alemania, la legendaria ciudad de Tartessos (Más antigua que
la conocida históricamente) en las marismas del Sur de España, e incluso los
restos de civilizaciones anteriores a la Arabia Feliz que se
encuentran en los desiertos árabes de Hadhramaut y Rub el Jahli.
[11] Si alguien tiene dudas sobre la existencia de este
tremendo cataclismo a nivel planetario, basta con que acuda, entre otras
fuentes, al Génesis Bíblico o al Codex Troano de los mayas: en ellos se habla,
elocuentemente, de un fenómeno que hoy en día conocemos como el Diluvio
Universal, y que no fue, como aseguran algunos exégetas bíblicos, un fenómeno
local, sino una tremenda catástrofe a nivel planetario, tal y como aseguran las
tradiciones de casi todas las culturas antiguas: tibetanos, mayas, aztecas,
griegos, sumerios, egipcios, hebreos,...
[12] La arqueología parece indicar, finalmente, que
Machu Picchu fue construida sobre una ciudad más antigua. Al mismo tiempo, y
corroborando la idea de una cultura americana antiquísima, podemos encontrar
los restos de la cultura masma de la meseta de Marcahuasi, en Perú, y los
restos de la ciclópea ciudad de Tiahuanaco, en Bolivia, abandonados antes de ser
terminados a consecuencia de los fenómenos previos que posiblemente acompañaron
al Cataclismo.
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