domingo, 23 de noviembre de 2014

CONOCIMIENTOS PERDIDOS



LOS CONOCIMIENTOS PERDIDOS:
UNA REVISION DE LA HISTORIA HUMANA

José Francisco Sastre García

INTRODUCCION

La idea fundamental al escribir este artículo es la de mostrar un pasado que, aunque no se ha comprobado fehacientemente, pudo haber estado ahí. Mitos como Atlantis, Lemuria o Mu, siempre despreciados por la arqueología oficial como meras leyendas por la falta de pruebas contundentes, podrían estar en la base de nuestra historia como pueblos que dejaron un legado que se ha perdido a lo largo de los siglos.
No pretendo dogmatizar, ni asegurar que lo que expongo es completamente cierto: es mi teoría al respecto, perfectamente aceptable o rechazable: que cada cual tome partido.
Voy a evitar el documento científico, puesto que no hay una base clara para él, y me voy a centrar, sobre todo, en el relato de los hechos tal y como pudieron suceder; en notas aparte expondré los datos reales que pueden inducir a la interpretación que doy a los hechos. Al mismo tiempo voy a evitar fechas, puesto que la única que parece conocerse con seguridad es la de la destrucción de Atlantis, hará unos 10.000 ó 12.000 años.

LA HISTORIA

Partiremos de la civilización lemuria, también conocida como Mu: un continente enclavado en el Pacífico, donde se está desarrollando una civilización que pronto accede a grandes conocimientos, ya sea por origen propio o externo[1].
Poco a poco comienzan a crear un gran imperio y a expandirse: por un sentido místico que desconocemos, tienen el número siete como algo muy sagrado, lo que se traduce en la creación de reinos de siete capitales, como podremos comprobar más adelante.
La primera expansión se produce, lógicamente, en el territorio insular del Pacífico: crean siete capitales, a cual más imponente, basadas en una técnica precursora del megalitismo[2].
La lengua hablada por estas gentes era la denominada naakal, quizás la más antigua precursora del sánscrito[3].
Cuando salen de su continente se esparcen en todas direcciones: por el Este llegan a América, donde fundarán dos imperios: en América del Norte, en la costa Oeste, el imperio conocido posteriormente como las Siete Ciudades de Cíbola; y en Sudamérica, el imperio de Eldorado[4].
Por el Oeste entrarán en contacto con las gentes del centro de Asia, con las que se mezclarán para dar lugar al primer imperio Uigur; algo más al Sur, en las penínsulas de Indochina y el Indostán, darán lugar al imperio Rama[5].
Aún prosigue más su expansión, creando al menos otras dos grandes civilizaciones: en el valle del Nilo dan lugar a la civilización de Osiris, y surcando el mar llegan hasta una isla del Norte del Atlántico, donde se asentarán los rudimentos de la posterior Atlántida[6].
Los conocimientos de estos imperios aumentarán con el paso del tiempo, dando lugar a un momento en el que poseen una tecnología y una espiritualidad altamente elevadas, aunque, por supuesto, los elementos sediciosos nunca faltan. Poseen aparatos aéreos con los que, entre otras cosas, cartografiarán el planeta completo, y un conocimiento profundo de las estrellas y el cielo en general.
Se produce la primera ruptura cuando Atlantis, quizás un lugar de deportación de elementos indeseables por su naturaleza inestable y volcánica, se rebela contra Lemuria y busca el dominio del mundo. Tal vez por un gran motín de estos elementos indeseables la isla atlántica se convierte en una gran fábrica de armamento, tanto aéreo como terrestre, y comienzan a crear lo que probablemente sea el ejército más poderoso de su época.
Los demás reinos, acostumbrados a la paz, no están suficientemente preparados, por lo que claudican o son destruidos: la Civilización de Osiris pasa a depender de Atlantis junto con la Uigur, Eldorado y los lemurios, y el imperio de Cíbola es arrasado por completo al igual que el imperio Rama[7].
En este intervalo en que Atlantis es dueña y señora del mundo conocido, caen del cielo unos seres con los que, en un principio, se mezclará el imperio uigur[8]; los restos del imperio Rama se desgajan, desviándose unos hacia el Noroeste y dando origen, posiblemente, a la gran migración aria, y los otros hacia el Norte, huyendo de la dominación atlante y escondiéndose entre el Himalaya y el Karakorum, en alguna región cercana al Tibet, donde fundarán el reino del Aghartha, con capital en Shambhala[9]; en el valle del Nilo, el rey Surid tiene una premonición funesta y ordena la construcción de la Gran Pirámide.
Los atlantes prosiguen su expansión por todo el mundo y fundan nuevas poblaciones en la Costa Este Norteamericana y las Antillas, en el Sur de Africa, en la Península Ibérica, en una isla del Norte de Europa que posteriormente desaparecerá y será conocida como Hiperbórea[10],...
Del apogeo y caída de los atlantes ya hablé en un artículo anterior, por lo que no merece la pena extenderse demasiado en ello. Por tanto, como resumen, decir que hace unos 10.000 ó 12.000 años, un gran cataclismo cambia la superficie del planeta y sumerge en el mar tanto la civilización atlante como los restos de la civilización lemuria[11].
Los atlantes que sobreviven a la catástrofe se instalan, de un modo permanente, en las tierras sometidas: Tartessos, el Hoggar, Egipto, las Bahamas, ... Sin embargo, los pueblos sometidos, al ver el momento de debilidad de sus opresores, se rebelan y exterminan a la mayoría de los atlantes, arrasando las colonias.
Sobre la antigua Tartessos se levantará una nueva, que será un pálido reflejo del esplendor atlante; sobre los restos del imperio Eldorado, que son los mayas y aztecas huidos de Atlantis, los toltecas y los chimúes, caminarán las civilizaciones precolombinas, sobre todo los incas, quienes fundarán Machu Picchu sobre la ciudad vieja y absorberán todas las culturas[12].
Con el tiempo, las civilizaciones se irán recuperando del tremendo golpe sufrido y surgirán, como aves fénix de sus cenizas, los pueblos de Mesopotamia y Egipto, y aparecerán los cretenses en un intento de emular, en vano, el poder y el apogeo de Atlantis; como remanentes de la raza atlante, los tuaregs, atalantes, vascos y guanches se mantendrán apartados del resto de las culturas, practicando sus tradiciones hasta que sean englobados o eliminados por otras culturas.

CONCLUSION

Si se han molestado en ir siguiendo las notas, comprobarán que, lejos de la inexistencia de datos, como mucha gente afirma, éstos son abundantes; el problema estriba en que ninguno de ellos es, en sí mismo, prueba irrefutable de la teoría expuesta en estas líneas; se trata tan sólo de datos circunstanciales, como el comportamiento de las aves migratorias en el Atlántico o la migración antinatural de las anguilas. Tomados uno a uno no demuestran nada, mas, tomados en conjunto, forman una panorámica realmente sorprendente, distinta de aquella a la que nos tiene acostumbrados la Ciencia Oficial.
Es poco probable que algún día se llegue a demostrar todo lo relativo a las antiguas civilizaciones perdidas, pero espero con paciencia que llegue ese día.

NOTAS


[1] Aunque es perfectamente plausible que a lo largo de los milenios esta civilización pudo haber alcanzado los conocimientos que se le atribuyen por sí misma, es bien cierto que las tradiciones de casi todos los pueblos antiguos hablan de la intervención de fuerzas extraterrestres, procedentes fundamentalmente de tres lugares del espacio: Orión, las Pléyades y Sirio. A pesar de que no parecen tener demasiada relación entre sí, si situamos estas localizaciones en un mapa estelar podremos constatar que están bastante juntas, en el mismo sector aproximadamente. De existir estos Maestros Cósmicos, ¿podría ser posible que su lugar de origen fuera único y que cada pueblo lo interpretara a su manera? ¿Es posible que el lugar real de origen sea, como aseguran los dogones, el sistema estelar de Sirio?
[2] Buena prueba de este megalitismo la encontramos por todo el Pacífico: existen restos ciclópeos en Pascua, Tinián, Nuevas Hébridas, Australia, etc. Y la mayor prueba de toda esta teoría, aunque no concluyente, es posiblemente el gran complejo arquitectónico conocido como Nan Madol, en la isla de Ponapé, conocida actualmente como Pohnpei, en la cual reside una extraña secta que se consideran custodios de los antiguos misterios.
[3] Aunque al coronel Churchward se le ha desacreditado y vilipendiado mucho, en parte debido a sus propias afirmaciones (de las cuales se puede afirmar sin temor a equivocarse que algunas son realmente estrambóticas e imaginarias), es posible que en estos puntos no le falte razón: él afirmaba que el conocimiento del imperio de Mu le llegó en la India, por intermedio de unos misteriosos sacerdotes que se ofrecieron a traducirle unas no menos misteriosas tablillas de una lengua desconocida que llamaba naakal. Algún tiempo después, Niven encontró en México tablillas que se dijo contenían la misma lengua que las hindúes, e incluso se llegó a asimilar con la lengua rongo-rongo de Pascua. A pesar de las apariencias, estas noticias hay que contemplarlas con una cierta reserva, ya que en su momento promovieron una considerable controversia no exenta de ciertos puntos oscuros y contradictorios por ambas partes en conflicto.
[4] Dan fe de estos datos, aunque no de un modo fehaciente, los restos arqueológicos que se pueden encontrar en las dos Américas: restos vitrificados de los que hablaremos posteriormente en la región Oeste de Norteamérica, y las ruinas de lo que fue el imperio chimú, con una de sus capitales, o tal vez una capital posterior, en el complejo urbano de Chan Chan.
[5] Aunque los nombres no están asignados al azar, tampoco es muy seguro ni probable que fueran precisamente ésos los términos con que se conocía a los imperios. Lo que sí es cierto es que, posteriormente a estos hechos, en el transcurrir oficial de la historia, surgirá un auténtico e histórico pueblo uigur, que quizás procediese de aquéllos primeros. Y en cuanto al imperio Rama, basta con efectuar un viaje por las regiones indicadas en el artículo para ver los complejos de Angkor, las culturas de Amri, Nal y Quetta, los restos existentes en el Punjab y el Deccán, Mohenjo Daro, Harappa, etc.
[6] En cuanto a la civilización de Osiris, debo decir que hay algo con lo que los arqueólogos no cuentan o no han querido recapacitar: ¿cómo es posible que un pueblo nómada, neolítico, de pastoreo, se ponga a edificar en un plazo increíblemente breve de tiempo grandes templos, mastabas y ciudades? Es más fácil pensar en una influencia externa, lemuria en este caso, que hace que los primitivos habitantes del valle del Nilo se reúnan para crear una cultura urbana. En este sentido, es fácil pensar que pudo ocurrir algo similar en el Creciente Fértil, en Mesopotamia, donde ocurre un fenómeno similar: se pasa bruscamente de una cultura neolítica a una urbana. ¿Eran los annedoti, y Oannes su jefe, descendientes de la gran raza?
Sobre los atlantes poco hay que decir, puesto que ya publiqué una serie de artículos sobre ellos en esta misma revista. Tan sólo comentar que mi opinión sobre ese tema ha sufrido algún que otro pequeño cambio, debido a datos y teorías en las que no reparé en su momento. Por ejemplo, es posible que los gorgones de la mitología no fuesen seres extraterrestres, como apuntaba en aquel trabajo, sino tal vez criaturas reptilianas del tipo de los dinosaurios, como el Coleophysis o el Ornithomimus.
[7] Una buena prueba de estas expediciones de castigo la encontramos, por una parte, en los restos vitrificados de lo que pudo ser el imperio de Cíbola: resteos pétreos que han quedado con una consistencia similar al vidrio a consecuencia de la exposición a una inmensa elevación de la temperatura; en este sentido, los expertos aseguran que para que se produzca este efecto de vitrificación es necesaria una explosión termonuclear. Realmente sugerente, ¿no es así?
Por otra parte, en la India tenemos dos joyas literarias realmente reveladoras de lo que pudieron ser aquellas guerras míticas: el Ramayana y el Mahabbarata, donde se describen, con todo lujo de detalles, las luchas y armas que empleaban Rama por una parte y sus enemigos los rakashas por otra: aparatos aéreos llamados vimanas, sistemas bélicos que por su descripción se ajustan perfectamente a los actuales misiles, e incluso armas de tipo nuclear, como ya he explicado en el párrafo anterior.
[8] Estos seres son los dropas, descritos en los discos de Bayan-Kara-Ula, en Mongolia, como pequeños, débiles, de tez pálida amarillenta y ojos rasgados, y procedentes del cielo a consecuencia de un accidente en sus naves. Es lícito pensar que quizás, en un lejano principio, se mezclaron con las primeras razas, pero lo que es seguro, por las tradiciones posteriores, es que en la época histórica los guerreros asiáticos los exterminaron.
[9] Por lo que respecta a este imperio Rama, algunos datos nos permiten pensar que pudo ser el pueblo más espiritual de su época: una posible prueba, de carácter no físico evidentemente, la podemos encontrar precisamente en la gran espiritualidad que emana de esas regiones en concreto, donde se asentarían los restos del pueblo, y la esperanza que todos tienen puesta en el Rey del Mundo, de Shambhala, quien podría ser un descendiente directo de aquella civilización que llegó a alcanzar tal nivel de conocimientos y sabiduría que descubrió la manera de partir hacia otra dimensión desde la que podrían acceder a ésta cuando quisieran.
[10] Las posibles localizaciones atlantes son muy variadas: restos encontrados en las Bahamas (El Muro de Bimini y todas las estructuras que hay a su alrededor), los restos cilópeos de Zimbabwe en Sudáfrica, los restos existentes en la isla de Heligoland, en el Mar del Norte, frente a Cuxhaven, Alemania, la legendaria ciudad de Tartessos (Más antigua que la conocida históricamente) en las marismas del Sur de España, e incluso los restos de civilizaciones anteriores a la Arabia Feliz que se encuentran en los desiertos árabes de Hadhramaut y Rub el Jahli.
[11] Si alguien tiene dudas sobre la existencia de este tremendo cataclismo a nivel planetario, basta con que acuda, entre otras fuentes, al Génesis Bíblico o al Codex Troano de los mayas: en ellos se habla, elocuentemente, de un fenómeno que hoy en día conocemos como el Diluvio Universal, y que no fue, como aseguran algunos exégetas bíblicos, un fenómeno local, sino una tremenda catástrofe a nivel planetario, tal y como aseguran las tradiciones de casi todas las culturas antiguas: tibetanos, mayas, aztecas, griegos, sumerios, egipcios, hebreos,...
[12] La arqueología parece indicar, finalmente, que Machu Picchu fue construida sobre una ciudad más antigua. Al mismo tiempo, y corroborando la idea de una cultura americana antiquísima, podemos encontrar los restos de la cultura masma de la meseta de Marcahuasi, en Perú, y los restos de la ciclópea ciudad de Tiahuanaco, en Bolivia, abandonados antes de ser terminados a consecuencia de los fenómenos previos que posiblemente acompañaron al Cataclismo.

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