Más Erre.- ¡Sorpresa! Heme aquí de nuevo, esforzado escritor,
pluma de brillante intelecto, para salvar a la Humanidad del peligro
que sobre ella se abate, del contubernio judeo... Perdón, creo que me han
cambiado el guión. Seguro que ha sido un canallesco sabotaje de esos pérfidos
supervillanos a los que denuncio continuamente, empeñados en que yo, salvador
del mundo, no consiga lanzar al aire mi mensaje de alarma. El Círculo de Lhork,
esa pandilla de gángsters, siguen intentando dominar el planeta, pero para ello
tendrán que pasar por encima de mi cadáver.
Ahora, tras una exhaustiva investigación en profundidad
(6.231 m.
bajo el nivel del mar para ser exactos) y largas horas y sesiones de
LhorkRioja, me complazco en presentarles una nueva serie de artículos en los
que desvelo los ocultos entresijos de los eventos más cruciales de la Historia de la Humanidad, aquellos en
los que los sibilinos miembros del Círculo introdujeron su deleznable zarpa con
el objetivo de alzarse con el poder. Y, en primer lugar, empezaremos por el
auténtico descubrimiento de América.
El viento hinchaba las velas, silbaba entre las
jarcias una melodía rumbera (Creo que se trataba del "Macarena", aunque
no podría asegurarlo)... Cristóbal Colhork, preocupado, oteaba ansiosamente el
horizonte en busca de la
Tierra Prometida, pues tal era el objetivo que le había
fijado el Círculo, jurándole y perjurándole en el nombre del Sagrado Lhork e
invocando el legendario Cetro de Trados, que los mapas que le habían prestado,
a un pequeño interés del 27,5%, le llevarían hasta una tierra al Occidente que
podría reclamar para sí mismo. Unos la llamaban Atlántida, otros Avalon... El
la llamaría Colhorkia... si es que alguna vez la encontraba, claro está.
-¡Lhorkdrigo!
¿Es que no ves nada?- Gritó mirando hacia la cofa.
Era inútil: el vigia, Lhorkdrigo de Triana, era
miope galopante y apenas podía ver un burro a tres pasos, por lo que tenía que
recurrir a su mascota, un inteligente halcón capaz hasta de hacer calceta.
-¡No, mi ca... ca...- Encima tartaja: lo que nos
faltaba.
Exasperado, Colhork se metió en su camarote, arrojándose
al catre y llorando amargamente por el dinero que le habían estafado los del
Círculo con aquellos miserables mapas. Por encima de sus gimoteos, creyó oir la
voz de Lhorkdrigo.
-¡Ti... Ti... Ti...
Salió furioso a cubierta y dirigió su mirada hacia
la cofa.
-¡Lhorkdrigo! ¿Qué pasa? ¡Aquí no hay ningún mono,
estúpido! ¡So macaco, el único tití eres tú!
El hombre insistía en su lamentable tartajeo, lo que
llevó al capitán a una encendida cólera.
-¡Pero serás bruto!- Bramó.- ¿No sabes que aún no se
ha inventado el código Morse? ¡Déjate de monsergas y habla en cristiano!
Vio que el hombre señalaba frenéticamente hacia la
proa del barco mientras continuaba con su histérico farfulleo. Al asomarse,
Colhork descubrió lo que el vigía indicaba: unos altos acantilados a poco más
de 300 metros,
y, a su lado, una playa paradisíaca.
-¡Cegato! ¡So Inútil! ¡Todo a babor!
La crítica situación fue salvada gracias a la
desesperada maniobra del piloto automático, que hizo girar al barco sobre sí
mismo; sin embargo, las dos naves que venían detrás, llevadas por la inercia, y
a pesar del tremendo olor a quemado de las zapatas de los frenos al ser pisados
hasta el fondo, le dieron un "pequeño empujón" que lo empotró
profundamente en el banco de arena.
-¡Pero serán...! ¡Que vengan los Pinzones y el
teniente Pedro Angulhork! ¡Y ya pueden ir preparando los seguros! ¡Menuda
abolladura!
Todos juntos bajaron a tierra, Colhork enarbolando
orgulloso el estandarte del Círculo (Dragón rampante sobre fondo gris. Una monada,
oiga). Una vez en la playa, con toda la solemnidad, pompa y boato que merecía
el evento, pronunció su legendario discurso: "¡Queda inugurada esta
exposición!". Perdón, esto es de otra película, en realidad soltó el
sermón de la montaña acerca de la gloria y la fortuna. Cuando fue a clavar el
estandarte en tierra lo hizo con tan mala suerte que se atizó en el juanete.
Sus lamentos y saltos fueron presenciados por varios indígenas, que salieron a
saludarle pensando que se trataba de un chamán bailando la danza de la lluvia.
-Esto... Yo... Saludar vosotros... Reclamar este
mundo...- La lengua se le trabucaba al pobre capitán, mientras los nativos se
miraban entre sí y contenían una sonrisa.
-Corta el rollo, capi.- Le espetó uno de ellos con
un genuino acentorro del Bronx.- Ahora vendrán el resto de la cuadrilla con el
jefe.
Y era cierto: unos pocos minutos después, llegó un
numeroso grupo de indígenas portando en angarillas a un extraño personaje de
raza gris perla cubierto con mascarilla, y una enorme pancarta escrita en
un curioso idioma que decía:
"SPANISH GO HOME", mientras comían hamburguesas y bebían Coca Cola.
En aquel crítico momento, en que los españoles
desenvainaron sus espadas dispuestos a declarar la 1/2 Guerra Mundial, de la Santa María saltó un
polizón: un extraño tipo todo de negro, al estilo ninja, con la katana
enarbolada; era el conocido Venerable Ninja Mululu, activo personaje dentro del Círculo, inquieto como
una dentadura con caries y defensor a ultranza de los derechos patrios sobre
suelo extranjero, gritando no sé qué acerca de "derechos históricos",
"conquista" y otras cosas. Su enloquecida carrera vino a dar con sus
huesos en el suelo, saltandósele unos cuantos piños. A pesar de todo, se
levantó raudo farfullando más cosas acerca del heróico deber del Círculo para
con la Conquista
del Nuevo Mundo.
A causa de su nefasta intervención (Llegó incluso a
tirar un huevo al jefe de los nativos, apodado Milkibar entre los suyos porque
"es blanco pero muy negro"), toda la expedición fue expulsada de
aquella Tierra Prometida, que al parecer era conocida por sus habitantes como
América, volviendo a su casa con el rabo entre las piernas.
Colhork se retiró a su casa de Malhorka, allá por
las Baleares, furioso por la desvergüenza de los nativos ante su heróico
comportamiento (Al fin y al cabo, EL los había descubierto, no tenían ningún
derecho a echarle), al Venerable Ninja Mululu (Tuvo que ponerse una prótesis
que le costó un ojo de la cara, lo cual le condujo directamente al oculista) le
fue impuesta una sanción de 10.000 maravedíes y la retirada del carnet del
Círculo durante una semana por pesado, y comenzó lo que se ha dado en llamar la Conquista del Nuevo
Mundo (Ah, ¿pero era nuevo?). Pero ésa es otra historia que contaremos en otra
ocasión.
Jose Francisco Sastre García
Nota de la redacción: Es nuestro penoso deber tener que comunicarles
que nuestro articulista, el Sr. Sastre, ha vuelto de
nuevo a la carga. Huelga decirles que no nos hacemos responsables de ninguno de
los disparates vertidos en este artículo, y que pondremos todos nuestros
esfuerzos en el empeño de enviar al interfecto de cabeza al psiquiátrico más
cercano, cargado de cadenas y esposas.
Nos sorprendió enviando el trabajo por fax desde
algún lugar llamado Irem, o algo por el estilo. Tras más de un mes estudiando
el extraño idioma en que estaba escrito, probando con más de treinta
traductores, conseguimos descifrarlo: estaba en arameo, y nos lo tradujo un
sorprendente personaje envuelto en blanca chilaba y turbante, y con una enorme
barba que le tapaba la cara hasta los ojos. Su acento, un árabe macarrónico de
quién sabe dónde, no nos era del todo desconocido, aunque en su momento no
caímos en ello.
Cuando se despidió, se volvió desde la puerta y con
un teatral gesto se quitó la barba postiza, mostrándonos el rostro del hombre
más buscado de este país: el Sr. Sastre. Se rió de nosotros, llamándonos
pardillos por no haberlo reconocido, y nos amenazó: "Publicadlo si os
atreveis, chacales, u os aplastaré con mis hordas de zuagiros y kozakis".
Sacó de entre sus ropas una botella de vino y, bebiéndosela entre risotadas,
salió corriendo. A pesar de nuestra premura, no hemos conseguido localizarlo,
aunque creemos que se halla camino de ese lugar que citábamos al principio. Ya
hemos mandado allí a un par de reporteros con la intención de cazarlo, lo que
esperamos ocurra pronto.
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