ELIZABETH BATHORY
LA CONDESA SANGRIENTA
José
Francisco Sastre García
Condesa sangrienta… Si
verdaderamente la historia es tal y como nos la cuentan, jamás nadie había
podido merecer un apelativo más adecuado que ése.
Considerada por algunos como una vampiresa
por sus sanguinarias aficiones, al igual que el voivoda Vlad Tepes III Draculea,
viene a ser uno de los personajes más increíbles que ha dado la historia: ¿cómo
es posible que en pleno siglo XVI, una época que, aunque plagada de
supersticiones, podía considerarse ya dentro de la civilización y lejos de la
barbarie, surgiera alguien así? Pero claro, puestos ya a preguntar, ¿cómo es
posible que en pleno siglo XXI sigan existiendo los psicópatas?
En cualquier caso, su biografía
resulta tan fascinante como estremecedora: veamos si podemos deslindar el mito
de la realidad…
El personaje
Los nombres que se van a encontrar
en este artículo están, por una parte, en su forma anglófona, y por otra en su
formato original: por ejemplo, Elizabeth es la forma anglófona del húngaro Erzsébet.
La condesa nace el 7 de agosto de
1560 en Nyirbator, una localidad del Nordeste de Hungría, y fallece el 21 de
agosto de 1614 en el Castillo de Cachtice, en Trencin, una localidad del Noroeste
de la actual Eslovaquia. Por sus venas corría sangre noble, pertenecía a una
familia aristocrática que se contaba entre las más ricas y poderosas de su
país. Esto, unido a la época en que vivió, ya es suficiente para dejar entrever
cómo podía desarrollarse su personalidad…
La historia
Como ya hemos dicho, nació en el
seno de una de las mejores familias húngaras de su época, en la región de
Transilvania: los Erdély. Para añadir más leña al fuego de los factores que
pudieron influir en su supuesto carácter, diremos que sus padres, Anna y Jorge
Báthory, eran primos. Como apunte del ambiente de nobleza en el que se movía su
familia, comentar tan sólo que su abuelo materno fue Esteban Báthory de Somlyó
(al parecer, el hombre que devolvió el trono en 1476 a Vlad Tepes III, lo
que muestra una cierta unión entre ambas familias), y su tío materno Esteban I
Báthory, príncipe de Transilvania y rey polaco desde 1575 hasta 1586, sin
contar un cardenal y varios príncipes.
Para empezar a abrir boca con los
aspectos más sórdidos de este asunto, diremos que al parecer existían ya
antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia: uno de sus tíos debió
ser un adorador de Satán, y otros familiares adeptos a la magia negra o la
alquimia, lo que permite suponer que la propia Báthory podría haber estado
influenciada por este tipo de prácticas, conduciéndola, de forma voluntaria o
involuntaria, hacia la barbarie en la que cayó más adelante.
También
como dato asociado al tema que nos ocupa, diremos que el escudo de armas que
distinguía a la familia consistía en tres dientes de lobo (según algunas
versiones, son de jabalí) sobre un campo de gules, rodeados por un dragón,
símbolo de su pertenencia a la denominada Orden de los Caballeros del Dragón,
una sociedad creada, en principio, para proteger a Europa del ataque de los
turcos; como una referencia a tener en cuenta, hacer constar que a esta Orden perteneció,
entre otros, Vlad Tepes III Draculea.
Durante
su infancia, transcurrida en el castillo transilvano de Csejte (Cachtice),
sufrió hasta los seis años ataques de una enfermedad que se cree que pudiera
ser epilepsia. Al parecer debía ser de carácter fuerte, educada como una noble
de muy alta cuna.
Es
prometida a su primo, el conde Ferenc
Nádasdy, cuando cuenta con tan sólo once años de edad, trasladándose un año
después a vivir al castillo de su futuro esposo. Durante este tiempo, las
relaciones entre ella y Úrsula, su
suegra, distaron mucho de ser agradables.
Recibió
una educación excepcional: a pesar de ser mujer y estar lastrada por los
arbitrarios cánones masculinos de la época, consiguió una cultura muy superior
a la de la mayoría de los hombres que vivieron en su tiempo: mientras que la
mayoría no sabía ni leer ni escribir (incluso el Príncipe de Transilvania era
casi analfabeto), ella dominaba sin problemas el húngaro, el latín y el alemán.
Transcurridos
tres años, cuando contaba ya con 15, llega el momento de la boda con su primo
Ferenc. Corre el año 1575, y el conde le saca cinco años de diferencia.
Al
parecer debió tratarse de una ceremonia espectacular, repleta de lujos y
fanfarrias: el lugar elegido fue el castillo de Vranov Nad Toplou, en la
localidad de Varannó, y se invitó a los más ilustres personajes de la época, llegando
a la cifra de 4.500; la invitación se extendió incluso al propio Maximiliano II, que no pudo acudir a
tan fastuoso evento.
En
lugar de adoptar Elizabeth el apellido de su marido, que era lo corriente, fue
Ferenc quien renunció al suyo, por un motivo evidente: los Báthory eran una
familia más ilustre e importante que los Nádasdy.
A
partir de este momento se trasladan a vivir al castillo de Cachtice, a donde los acompaña Úrsula, lo que no agrada demasiado a
la condesa: al parecer, los intentos de la suegra por convertirla en una esposa
sumisa, totalmente supeditada a su marido, y el propio carácter de Elizabeth,
hacen que las relaciones entre ambas sean muy tirantes, y que la brecha que se
crea entre ellas aumente cada vez más.
Durante
esta época, Ferenc recibe el apodo de “Caballero Negro de Hungría”. El motivo:
se pasaba más tiempo fuera del castillo que dentro, combatiendo en las guerras
que se desarrollaban por la zona y empalando a los vencidos. De hecho, existe
un registro epistolar entre los cónyuges en el que se sugerían formas más o
menos apropiadas, por no decir truculentas, de castigar a los sirvientes, lo
que viene a dar fe de la crueldad y el sadismo que se estilaban por aquellos
tiempos. A este respecto, al tener en cuenta que la población a la que tenían
sometida era de origen húngaro, rumano y eslovaco, lo que viene a dar una idea
de la enormidad de la extensión de sus posesiones, se hacía necesario un férreo
control que impidiera las rebeliones y las revueltas.
Los
Báthory tardaron bastante tiempo en tener descendencia: debido al tiempo que el
conde se pasaba guerreando, no fue hasta diez años después del matrimonio, en
1585, que nació su primera hija, Ana; posteriormente daría a luz a otras dos
niñas, Úrsula y Catalina; su único hijo varón, Pablo, nacería en 1598.
La
leyenda negra de la condesa sangrienta comienza con la muerte de su marido el 4
de enero de 1604, de “súbita enfermedad” durante uno de aquellos interminables
combates. Elizabeth cuenta con 44 años cuando enviuda, y sus decisiones son
absolutamente drásticas: echa del castillo a todos los Nádasdy, empezando por
su suegra, a la que odiaba a muerte, y las muchachas protegidas por ésta son
enviadas a los sótanos, donde, al parecer, comenzaron a ser torturadas con saña
y refinamiento, recibiendo los castigos que, en opinión de la Báthory, se merecían.
La
situación en la que se encontraba en aquel momento era crítica: dueña de uno de
los más poderosos territorios del reino, viuda, sin un ejército con el que
defender su patrimonio, perdido con su marido, y además introducida en todas
las intrigas políticas que se sucedían sin tregua en Hungría… Cuando su hermano
Gabor I Báthory decidió enzarzarse en una guerra con los alemanes por motivos
políticos, lo apoyó con todo su poder económico, lo que la puso en el punto de
mira: corría el grave riesgo de ser acusada de traición por Matías II, rey de Hungría. Su posición
de mujer viuda, a pesar de pertenecer a la más alta nobleza, la volvía
tremendamente vulnerable, quedando aislada del resto de los señores feudales.
A partir de este punto comienzan los rumores
acerca de lo que sucede en el castillo Cachtice: un pastor protestante local,
István Magyari, llegaría a declarar que la condesa se entregaba a prácticas de
brujería, concretamente a la magia roja, creando un siniestro ambiente en torno
a Elizabeth que no la favorece en lo más mínimo. Esta magia roja consistiría ni
más ni menos que en utilizar la sangre de muchachas jóvenes y vírgenes para sus
actos de hechicería.
Inicialmente,
el rey no toma en cuenta estas denuncias, puesto que se entendía que los nobles
podían hacer lo que les viniese en gana con sus vasallos, hasta que la condesa
comete el grave error de comenzar a hacer presas en las jóvenes parientes de
los nobles de la zona.
A
raíz de estas acusaciones, el rey Matías toma cartas en el asunto y ordena
abrir una investigación: y no se le ocurrió otra persona a quien enviar para
comprobar in situ lo que sucedía, que al conde Jorge Thurzó, un primo de Elizabeth, profundamente enemistado con
ella. Éste se presentó en el castillo con sus hombres y, al no poder ella oponer
resistencia por carecer de efectivos militares suficientes, lo tomó sin ningún
tipo de problema.
El
resultado del registro del castillo fue devastador para la Báthory: según la
declaración de Thurzó, encontraron una enorme cantidad de cadáveres por todas
partes y numerosas muchachas torturadas en diferentes estados de desangración.
A
consecuencia de esto, se inicia en 1612 un juicio en Bitcse. Merced a sus
derechos como miembro de la alta nobleza, Elizabeth se negó a comparecer, e
incluso se abstuvo de declararse culpable o inocente. Sin embargo, sus
sirvientes sí fueron obligados a acudir a declarar, lo que acrecentó aún más la
ruina de la condesa: su mayordomo, Juan Ujváry, aseguró que ante él se había
asesinado a 37 mujeres solteras, de entre 11 y 27 años; para más escarnio,
testificó que a seis de ellas las había contratado él personalmente para servir
en el castillo.
Puesto
que las vidas de los siervos eran absolutamente intrascendentes y no reportaban
nada a una acusación contra una noble de la alcurnia de la Báthory, el juicio se
centró en las muertes de las jóvenes pertenecientes a la nobleza.
Consecuencia
directa de los testimonios aportados fue la declaración de culpabilidad para
todos los implicados en tan siniestros actos; básicamente, hubo sentencias de
brujería, de asesinato y de cooperación.
La
condena era a muerte: todos, con la única excepción de Katryna, una joven de 14
años, ayudante de Elizabeth, que fue condenada a cien latigazos merced al
testimonio de una de las víctimas supervivientes, fueron ejecutados: salvo las
declaradas brujas (Dorotea, Helena y Piroska), que fueron quemadas vivas
después de haberles arrancado los dedos con tenazas, todos los demás fueron
decapitados y posteriormente quemados. Ése fue el destino, entre otros, de su
colaborador Ficzkó y de una burguesa de la zona, de nombre Erzsi Majorova.
Sin
embargo, y a pesar de la condena, la posición de la condesa la colocaba por
encima de aquel funesto sino: la ley impedía que pudiera ser ejecutada, por lo
que Matías II tomó una drástica decisión.
Su
orden consistió en encerrar a la
Báthory en una mazmorra (o, según otras versiones, en su
propio dormitorio) y sellar puertas y ventanas: en una palabra, emparedarla
viva. Sólo se dejó un agujero por el que se le pasaban comida y bebida.
Al
parecer, los nobles clamaban por la sangre de sus parientes asesinadas,
presionando al rey para que tomara una medida más ejemplar, lo que devino en
que, al cabo de un tiempo, éste exigió la cabeza de Elizabeth; sin embargo, su
primo, Príncipe de Transilvania a la sazón, consiguió matizar la decisión de
Matías, haciendo que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida. Por
tanto, su condena final fue una cadena perpetua en la más completa oscuridad.
Esta decisión conllevaba a su vez la confiscación de todos sus bienes por parte
del rey, algo que al parecer deseaba desde hacía tiempo, pues el poder de la
familia Báthory casi podía rivalizar con el suyo.
Aquella
situación duró cuatro largos años. Contando ya con 54 años, y previendo que su
fin estaba ya cercano, la condesa decidió dictar testamento y últimas
voluntades ante dos sacerdotes de la catedral del arzobispado de Esztergom el
día 31 de julio de 1614. Decretó que lo que quedaba de sus propiedades pasase a
manos de sus hijos.
Poco
después, el 21 de agosto del mismo año, al llevarle la comida, uno de sus
carceleros vio que se encontraba caída en el suelo, inmóvil, boca abajo.
Comprobaron que, por fin, la condesa Sangrienta, como se la había apodado,
había alcanzado su justo castigo.
Inicialmente
se pretendió que yaciera en el cementerio de la iglesia de Cachtice, pero la
población se negó en redondo a que la “Señora Infame”, otro de los apodos que
ostentaba, fuese enterrada allí: consideraban una aberración que tal mujer
recibiese sepultura en tierra sagrada.
Por
fin, y tras considerar su insigne línea dinástica, ya que se trataba de “uno de
los últimos descendientes de la línea Ecsed de la familia Báthory”, sus restos
fueron trasladados al Nordeste de Hungría, al pueblo de Ecsed, lugar de
procedencia de dicha familia. Hasta tal punto llegó la ignominia que cayó sobre
Elizabeth que se dictó la prohibición de que se hablara de ella por todo el
país, ocultando los documentos relativos a su vida durante un siglo entero,
tratando de borrar de la memoria tan luctuosos sucesos.
Ni
siquiera sus hijos se libraron de la encarnizada persecución a que fue sometida
la memoria de la Condesa Sangrienta:
las viejas rencillas por haberse posicionado junto a su hermano en su guerra
contra los alemanes resurgieron con mayor virulencia, lo que devino en una
acusación de traición contra ellos por el delito de la madre; hasta tal punto
llegaban las inquinas, que Anna Báthory, una prima de la emparedada, sufrió
tortura en 1618 por el mismo motivo, aunque consiguió sobrevivir.
La
única solución para la familia era huir, y así lo hicieron: se exiliaron a
Polonia, de donde regresarían algunos en 1640 cuando las aguas comenzaron a
calmarse de nuevo; aún así, la oposición al emperador alemán le costó a uno de
sus nietos la ejecución en 1671.
La leyenda
Hasta aquí, los datos históricos de
que disponemos: a partir de este punto, nos adentramos en un terreno más
nebuloso, donde la realidad se mezcla seguramente con las exageraciones y los
rumores extendidos seguramente con la “sana” intención de quitar del medio a
una mujer que poseía demasiado poder.
·
Según se cuenta, Elizabeth Báthory
estaba obsesionada con la belleza hasta extremos patológicos; de hecho, una de
las leyendas a este respecto cuenta que al pasar por un pueblo vio a una
anciana y se burló de ella, lo que conllevó que la mujer la maldijera y le
asegurara que ella también estaría igual de vieja en poco tiempo.
·
Vamos a situar el testimonio de
Thurzó en este apartado debido precisamente a la enemistad que lo enfrentaba a
Elizabeth: no es cuestión de poner en duda lo que hubiera en el castillo, pero
sí desde luego tratar de matizar hasta cierto punto la exageración que pudiera
haber planteado con el fin de acelerar la caída de su prima.
Según
parece, lo primero que apareció a sus ojos fue a una sirvienta en el cepo del
patio, con todos los huesos de la cadera fracturados por una brutal paliza
recibida, en estado agónico. Esto podría haber sido normal atendiendo a los
usos de la época por parte de la nobleza, pero lo peor llegaría cuando entraron
en las estancias.
Al
penetrar en el salón se encontró con dos jóvenes: una de ellas muerta,
desangrada, y otra viva pero con el cuerpo completamente agujereado.
En
su deambular llegaron a las mazmorras, donde descubrieron a otra docena de
mujeres que todavía permanecían vivas, aunque a duras penas: algunas habían
sido salvajemente cortadas y perforadas durante mucho tiempo.
Tras
los macabros descubrimientos, a Thurzó se le ocurrió excavar bajo el castillo,
con la premisa de que semejante barbaridad tenía que haber dejado gran cantidad
de cadáveres, y así fue: aparecieron otras 50 muchachas.
El
conde se apropió del diario de Elizabeth, donde ésta narraba sus “hazañas”: en
él aparecían descritas día a día sus víctimas y los tormentos a los que eran
sometidas, hasta contabilizar un total de 612 (según algunas versiones, 616, e
incluso 650).
El
testimonio de Thurzó habla del olor a putrefacción que había por todo el
castillo, repleto de serrín y cenizas para absorber la sangre, pero no daba
abasto por lo que se podían vislumbrar manchas oscuras por doquier.
·
Uno de los insistentes rumores era
que la Condesa Sangrienta
se acostaba con sus sirvientes, de un sexo u otro, durante todo el tiempo que
su marido Ferenc pasaba fuera; y que cuando se trataba de chicas, podía llegar
a morderlas salvajemente.
·
Toda la leyenda acerca de las
barbaridades que cometió parece arrancar allá por 1604, poco después de la
pérdida de su marido. Se cuenta que, mientras la estaba peinando, una de sus
sirvientas le dio un involuntario tirón de pelo, lo que ocasionó que Elizabeth
reaccionara con un fuerte bofetón que le rompió la nariz. Teniendo en cuenta la
época en que nos movemos, la chica tuvo suerte de que no la sacara al patio y
le asestara un centenar de bastonazos. Aquí es donde el mito comienza a
convertirse en tal, pues se dice que donde cayó la sangre de la criada, la piel
de la condesa se volvió de nuevo tersa y joven, o al menos así lo creyó ver
Elizabeth, lo que le hizo pensar que había encontrado la manera de mantener
eternamente su lozanía. Llamó a un criado, Thorko, y a una sirvienta, Dorottya,
que le ayudaron a desnudar a la infortunada, para a posteriori cortarle el
cuello y llenar un barreño con su sangre, con la que se bañó o, al menos, se
embadurnó; e incluso se dice que también la bebió…
·
El pastor local que la acusó
formalmente habló de que, para mantener las apariencias, la Báthory lo convenció para
que enterrara a las víctimas de forma respetable, según el rito cristiano.
Teniendo en cuenta los seis años que se supone que se prolongó esta serie de
muertos, de 1604 a
1610, tiempo en que los agentes de la condesa la proveyeron a conciencia de
jóvenes para sus sanguinarias ceremonias, la cantidad de muertes se elevaba de
tal forma que ya las sospechas se hacían demasiado evidentes, por lo que le
costaba trabajo aducir causas desconocidas para tal mortandad; a causa de tal
hecho, Elizabeth lo amenazó para que callase, dejando de suministrarle los
cadáveres para su digna sepultura y comenzando a enterrarlos ella en secreto.
·
Al parecer pasó una temporada en
Viena, durante el tiempo en que su hermano cometió la imprudencia de desafiar a
los alemanes; en ese entretiempo, su pasatiempo pasó a ser quemar los genitales
con velas, carbones y hierros, e incluso comenzó a beber la sangre directamente
de sus víctimas, mediante mordiscos en las mejillas, los hombros o los pechos.
Para evitar que las jóvenes se resistieran, recurría a la gran fuerza de su
criada Dorottya Szentes.
·
El gran error de Elizabeth llegó
en 1609: como consecuencia de la despoblación femenina a la que estaba
sometiendo la región que gobernaba con mano de hierro, decidió abrir una
especie de “internado” para niñas y adolescentes de buena familia, donde les
daría una educación adecuada a su rango. Aunque en aquella época las tasas de
mortalidad infantil y juvenil eran muy altas, pronto se comprobó que la
“escuela de señoritas” de la condesa superaba con creces aquel promedio: en
Cachtice morían demasiadas jóvenes, la diferencia era que ahora se trataba de
gente importante, perteneciente a la aristocracia. Una de sus brujas, Darvulia,
le había prevenido contra estas prácticas, pero su fallecimiento (o huida al
ver el derrotero que tomaba la situación, según cuentan algunas versiones) tiempo
atrás dejó en el olvido la inteligente recomendación: el rango de la condesa,
que prácticamente podía considerarse intocable, unido a las mañas de su amiga
Erszi Majorova, otra viuda pero ésta de un rico granjero, que vivía en Milova,
acabaron por convencer a la
Báthory de que sus prácticas no serían perseguidas y de que
estaba por encima de las leyes.
·
Una vez que se comprobó que el
número de víctimas era demasiado alto para poder disimularlo, y que los lugares
de enterramiento no eran ya suficientes, en el castillo Cachtice se cometió un
nuevo e imperdonable error: los cuerpos se ocultaban en lugares incómodos, en
los que en cualquier momento podían ser descubiertos, tales como campos
cercanos, silos de grano, el río bajo el castillo, el jardín de verduras que
les daba abasto…
·
Al parecer, varias sirvientas
habían conseguido escapar de aquel infierno. Así por ejemplo, figura una
declaración del otoño de 1609: “...una joven de doce años llamada Pola logró
escapar del castillo de algún modo y buscó ayuda en una villa cercana. Pero
Dorka y Helena Jo se enteraron de dónde estaba por los alguaciles, y tomándola
por sorpresa en el ayuntamiento, se la llevaron de vuelta al Castillo de
Cachtice por la fuerza, escondida en un carro de harina. Vestida sólo con una larga
túnica blanca, la condesa Erzsébet le dio la bienvenida de vuelta al hogar con
amabilidad, pero llamaradas de furia salían de sus ojos; la pobre ni se
imaginaba lo que le esperaba. Con la ayuda de Piroska, Ficzko y Helena Jo,
arrancó las ropas de la doceañera y la metieron en una especie de jaula. Esta
particular jaula estaba construida como una esfera, demasiado estrecha para
sentarse y demasiado baja para estar de pie. Por su [cara] interior, estaba
forrada de cuchillas del tamaño de un dedo pulgar. Una vez que la muchacha
estuvo en el interior, levantaron bruscamente la jaula con la ayuda de una
polea. Pola intentó evitar cortarse con las cuchillas, pero Ficzko manipulaba
las cuerdas de tal modo que la jaula se balancease de lado a lado, mientras que
desde abajo Piroska la punzaba con un largo pincho para que se retorciera de
dolor. Un testigo afirmó que Piroska y Ficzko se dieron al trato carnal durante
la noche, acostados sobre las cuerdas, para obtener un malsano placer del
tormento que con cada movimiento padecía la desdichada. El tormento terminó al
día siguiente, cuando las carnes de Pola estuvieron despedazadas por el suelo”.
·
Uno
de los aparatos de tortura que solía emplear Elizabeth con frecuencia era la
llamada “doncella de hierro”, una especie de sarcófago metálico con forma de
mujer, con el interior forrado por aguzados filos; una vez introducida la
víctima, al cerrarlo ésta era cruelmente punzada por multitud de pinchos que la
sangraban hasta morir.
Consideraciones
·
Veamos: los usos de la época nos
muestran una línea endogámica, primos casados con primos, para mantener la
línea dinástica pura e impoluta, lo que, más tarde o más temprano, habrá de desembocar
en problemas físicos y/o psíquicos de diferente orden. En este sentido, los
ataques de epilepsia, o de una enfermedad similar, podrían haber tenido un
origen genético derivado de los continuos cruces familiares. Y aunque no pueda
servir de excusa, también podrían estar en el origen de las atrocidades que
cometió, debidas a algún desorden mental congénito.
·
Resulta evidente que se trataba de
una familia extremadamente poderosa e influyente: desde el momento en que un
tío suyo llegó a ser rey polaco, otro familiar Príncipe de Transilvania, e
incluso miembros en la curia cardenalicia, no cabe la menor duda de que sus
tentáculos se extendían por media Europa.
·
Otra cuestión que parece evidente
es la relación aparentemente natural en aquella época entre los gobernantes y
la crueldad y el sadismo: ¿es que acaso el empalamiento era regla general entre
aquellas rudas gentes? ¿Es una herencia de Vlad Tepes III? Al parecer, Ferenc
Nádasdy lo practicaba con asiduidad tras sus batallas. Una cosa es derrotar al
enemigo, abatirlo por completo, y otra muy distinta es ensañarse con él de
semejante manera, simplemente para demostrar a los adversarios supervivientes
que eres el más fuerte. Y teniendo en cuenta la relación epistolar de la que
hemos hablado durante su biografía con su esposa, también es factible pensar, a
tenor de lo que Elizabeth llegó a hacer, que fuera a sugerencia de ella…
·
También se cuenta de ella que
practicaba el sexo con los sirvientes. Vamos a ver: si estás casada y no ves a
tu marido más que de pascuas a ramos, y por añadidura tu matrimonio no ha sido
precisamente por amor sino por componenda política y social, creo que resultaría
bastante normal que acabara por buscarse a alguien que le diera la satisfacción
que Ferenc no le proporcionaba más que cuando regresaba de alguna de sus
batallas…
·
Como consecuencia natural del
punto anterior, una idea: la descendencia de Elizabeth fue tardía debido a la
escasa presencia de su marido en el castillo: su primera hija nació a los diez
años de casados. Cabe preguntarse, teniendo en cuenta precisamente las
ausencias de Ferenc y los rumores acerca de sus continuos escarceos amorosos,
si alguno de sus hijos pudiera no ser precisamente del matrimonio, sino un
bastardo de sus vasallos…
·
Cuando su suegra Úrsula es
expulsada de su castillo, tras la muerte de su marido, curiosamente comienzan a
circular rumores acerca de una brujería abominable, basada en la magia roja, la
magia de la sangre. Este tipo de acusación era, al parecer, habitual en la
época para disidentes y judíos. Teniendo en cuenta el cariño mutuo que se
profesaban ambas mujeres, es factible pensar que estos rumores malsanos fueran
producto de la suegra, que habría comprobado los escarceos de la condesa en el
ámbito del esoterismo y la magia, al mismo tiempo que debilitar su posición
social para abatirla con más facilidad: la acusación de la que hablamos, la de
la magia roja, solía ser con fines políticos, así que no es descabellado pensar
que detrás de todo aquello se escondía el objetivo, amén de la venganza, de
quitar del medio a un personaje demasiado poderoso. En cualquier caso, era el
momento más apropiado para esparcir rumores que la hundieran, debilitada como
estaba por la pérdida de Ferenc y apoyando una causa perdida como la de su
hermano Gabor. Muy conveniente para todos los enemigos que se había granjeado,
unos por ambicionar el gran patrimonio que poseía y otros por rencores y
mezquindades de índole más personal.
·
El punto anterior nos guía
indefectiblemente y de manera inequívoca hacia otra dirección: en aquella
época, encausar a un noble sólo era por motivos políticos: eran tan intocables
que para poder investigarlos por cualquier otro motivo tenía éste que ser
extremadamente poderoso. Se puede pensar, y con razón, que el juicio al que fue
sometida Elizabeth Báthory estuvo manipulado desde el primer momento: el
testimonio de Thurzó, enemigo suyo, es con casi total seguridad una buena
prueba de ello; además hay que añadirle que, seguramente, los sirvientes de la
condesa que confesaron lo hicieron bajo torturas y/o amenazas, con lo que
pudieron haberla implicado en delitos que ni siquiera había cometido.
De
hecho, a Elizabeth sólo se la imputa por las muertes de las jóvenes
aristócratas, lo cual parece indicar que, efectivamente, algo debió haber de
verdad en las barbaridades que se dice que cometió. Pero, ¿tan necia fue, o
tanto perdió la cabeza, como para cometer los errores que cometió, no ya de
principiante, sino de escolar?
Aquí
vamos a hacer un inciso para aclarar una cuestión relativa a Thurzó: hay
algunas versiones en las que se le considera un buen amigo de la condesa, así
que, alguien ha de estar equivocado: o era amigo, o era enemigo. Y su propia
declaración deja perfectamente claro cuál era su actitud en relación a su
prima.
·
Si hubiera sido un amigo de
Elizabeth, en la declaración hubiera procurado minimizar al máximo las
aberraciones a que se dedicaba la condesa, y la leyenda no hubiera crecido de
la manera que lo hizo.
·
Si hubiera sido un enemigo, nos
encontramos ante dos posibilidades a su entrada en el castillo:
o
Comprueba que los rumores no son
para tanto, pero aumenta drásticamente su declaración para hundir a su rival.
o
Lo que ve le impacta de tal manera
que comprende que no necesita manipular nada: con exponer lo que ha contemplado
es suficiente como para acabar con el poder de la Báthory.
Como
podemos ver por la declaración, no se toma la molesta de enmascarar
absolutamente nada, engrandeciéndolo tal vez, así que lo más lógico es suponer
que no era precisamente amistad lo que los unía.
·
Los Archivos Nacionales de Hungría
conservan abundante documentación sobre ella, particularmente cartas personales
y actas del juicio. Sin embargo, sus míticos diarios, al igual que su retrato
original, se hallan en paradero desconocido. Al respecto de estos diarios,
parece ser que Thurzó se incautó de ellos, para presentarlos como prueba en el
juicio, así que, ¿dónde acabaron? ¿Quemados para que nadie pudiera leer las
atrocidades a que se dedicó la Condesa
Sangrienta? ¿O permanecen en poder de algún descendiente de
Thurzó?
·
Se dice de Elizabeth que sufría
una obsesión casi patológica por la belleza, y que pretendía mantenerse joven,
fresca y lozana para siempre. En este sentido, hemos de tener en cuenta que en
aquella época, una mujer de 44 años podía considerarse prácticamente anciana,
por lo que no es de extrañar que todas ellas, llegado cierto punto, se
obsesionaran con afeites, ungüentos, pócimas y otros enseres derivados de las
supersticiones para mantener su lozanía intacta. Así pues, cuanto más alto era
su rango, más fácil era verlas rodeadas de una corte de brujos, curanderos,
alquimistas, etc., que les prometían, llegado el caso, incluso la inmortalidad.
·
Hay algo en esta historia que no
me encaja de ninguna manera, y es la actitud de todos los implicados en las
atrocidades supuestamente cometidas: para ser una mujer tan cultivada e
inteligente, la Báthory,
al menos en apariencia, resulta ser muy poco cuidadosa, llegando al extremo de
poder considerarla incluso neciamente infantil. Para llevar sus dominios con la
mano de hierro que supuestamente los llevaba, sus víctimas se escaparon con
cierta frecuencia; además, si bien al principio procuran enmascarar las
muertes, al final, y siempre según el testimonio de Thurzó, deciden cometer sus
sanguinas a la vista de todo el mundo, incluso en el gran salón, abandonando
los cadáveres en cualquier sitio donde pudieran ser encontrados con cierta
facilidad… Una de dos: o realmente se creía totalmente por encima del bien y
del mal, intocable e inviolable, bien por su status de nobleza, bien por
considerarse inmortal, o su inteligencia dejó mucho, muchísimo, que desear.
Sinceramente, me cuesta creer que no fueran informados que iban a ser
investigadas por orden real, y no se molestaran en esconder, o al menos
disimular, los rastros de su salvajismo: sobre todo, me chirría lo del gran
salón, y el detalle de que todo el castillo está lleno de serrín y cenizas para
absorber la sangre… Me suena más bien a exageración para agravar los cargos
contra Elizabeth.
·
Desde luego, sin ver sus diarios,
no hay manera de saber qué ocurrió realmente; e incluso leyéndolos, es posible
que tampoco llegáramos a tener una visión completamente real de ese momento de
la historia: igual que sus enemigos intentaron echar más leña al fuego de su
hoguera, es probable que en sus diarios expusiese algún tipo de justificación
para las atrocidades aparentemente cometidas. ¿Que las hubo? Es evidente, desde
el momento en que los nobles que habían perdido muchachas a sus manos pidieron
su cabeza, podemos tener la certeza de que algo hubo, algo espantoso que, de
ser tal y como lo cuenta la leyenda, demuestra que el ser humano puede ser el
más terrorífico de los monstruos: desde un punto de vista meramente
psiquiátrico, intentar entender la mente de la Báthory resulta
complicado, pues cae dentro de una patología que parece salirse de cualquier
patrón conocido, ni siquiera el de los asesinos en serie. Que las prácticas
sádicas y sadomasoquistas estaban a la orden del día entre la nobleza en la
época que nos ocupa no es ninguna novedad, puesto que su status y el tedio en
que podían llegar a caer les permitían esas prebendas, al menos con la
servidumbre y con la plebe; sin embargo, el perfil que nos marca el mito va más
allá, y nos guía por una mente tortuosa, aterradora, tan retorcida y sangrienta
que se sale de todos los esquemas…
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Hay quienes han pretendido
asociarla con el mito del vampirismo, y la han considerado una vampiresa:
puesto que se la ha emparentado o relacionado de forma indirecta con Vlad Tepes
III (Drácula), de quien últimamente se piensa que no fue el origen del
personaje de Bram Stoker, y dada la sangrienta carrera que aparentemente
desarrolló, lo más evidente parece ser pensar que se trata de una criatura de
la noche. Esta cuestión, evidentemente, carece de todo fundamento, aunque desde
luego sí que caería dentro del apartado de la patología psiquiátrica que
podemos denominar “vampiros humanos”, aquellas personas que han desarrollado
una obsesión enfermiza, mórbida, por el apetito de sangre.
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Para finalizar, diremos que aunque
sea posible que el juicio estuviera amañado y que las declaraciones hubieran
sido mucho más abominables de lo que realmente ocurrió, no puede haber duda
alguna de que Elizabeth Báthory fue una digna seguidora de las doctrinas más
sádicas que se conocen: por mucho que pretendamos hacerla pasar por una víctima
de las circunstancias, hemos de pensar que los agentes de Matías y Thurzó
tendrían que haber presionado a muchísima gente para que testificara en contra
de la condesa: un pueblo entero, la nobleza supuestamente afectada, los
sirvientes de la propia Elizabeth… Y los rumores sobre la condesa sangrienta ya
arrancan desde bastante antes de que comenzaran las investigaciones…
No,
en este caso no cabe duda de que nos encontramos ante una mujer que no paró en
barras a la hora de torturar y sacrificar a sus sirvientes, a las gentes de la
zona, e incluso a la intocable nobleza.
Volvamos
por un momento a la pregunta que hacía al principio de este artículo: ¿cómo es
posible que en épocas civilizadas surjan personajes así? La respuesta parece
obvia: el problema reside en varios factores, y el principal de ellos es la
propia personalidad de estos sujetos de una catadura moral tan abominable.
Elizabeth Báthory ha pasado a la historia como la psicópata o asesina en serie
más terrible de todos los tiempos, y no es para menos, ostenta el récord
absoluto de muertes en su haber. Pero no es la única que se dedicó a estos
menesteres, y para muestra un pequeño botón: se quedan en el tintero muchos más
personajes, tan sangrientos como los que se citan e incluso más…
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Gilles de Rais. Noble del siglo
XV. Compañero de armas de Juana de Arco, cuando acabaron sus andanzas militares
se dedicó a secuestrar, torturar y asesinar a alrededor de 200 niños.
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Jack el Destripador. Supongo que
no hará falta que me extienda demasiado acerca de este personaje harto conocido
del siglo XIX, al que se le confirman 5 muertes salvajes y se le sospechan
otras doce…
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Jane Toppan. Durante el siglo XIX
se destapó como una asesina en serie en toda regla.
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El top ten de esta lista en cuanto
a atrocidad lo encabeza Delphine Lalaurie, una mujer de Nueva Orleáns del siglo
XIX que podría haber sido una digna émula de la condesa Báthory: la apodaron “La Carnicera de Nueva
Orleáns”, y razones tenían para ello, pues a los esclavos de su plantación los
castigaba de las maneras más salvajes que se le imaginaban: baste decir, como
muestra, que a una de sus víctimas la encontraron atada con sus propios
intestinos. Sus crueldades se destaparon cuando se declaró un incendio, al
parecer provocado por algunos de los esclavos que tenía encadenados. Quienes
acudieron a sofocar las llamas se encontraron ante tal cuadro de horror que se
exigió una acción inmediata contra Delphine, pero ésta huyó a Francia y allí
murió en 1842, librándose del castigo.
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Joseph Vacher, “El Destripador de
Francia”. Entre 1893 y 1898 acabó con la vida de 30 mujeres. Su apodo es
suficientemente elocuente.
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Peter Kurten, “El Vampiro de
Dusseldorf”. Actuó de 1913 a
1930, asignándosele 8 crímenes y 14 asaltos sobre mujeres y niños. Su vida
inspiró la película de Fritz Lang “M, el Vampiro de Dusseldorf”.
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Fritz Haarman, “El Vampiro de
Hannover”. Confesó que, entre 1918 y 1924 había asesinado y descuartizado entre
24 y 27 víctimas.
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Peter Suthcliffe, “El Destripador
de Yorkshire”. Durante la década de los 70, se le adjudicaron al menos 13
mujeres.
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Daniel Camargo Barbosa, alias “La Bestia de los Manglares”.
Durante la temporada 1984-1986, se ensañó con chicas jóvenes y niñas en Ecuador
hasta un total de 71, aunque se le asignan hasta 150 durante los tiempos
previos a esta temporada.
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Peter Norris Dupas. Desde 1968 a 1999 aterrorizó
Australia con múltiples violaciones y asesinatos plagados de mutilaciones.
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Robert Pickton, “El Granjero
Asesino”. Este buen hombre asesinó a 23 mujeres en Vancouver, Canadá, y las
echó de comida para sus cerdos.
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Andrei Chikatilo, “El Carnicero de
Rostov”. Practicó sus “hazañas” de 1978 a 1990, cometiendo 53 asesinatos plagados
de amputaciones y sadismo.
Como
pueden comprobar, no parece haber límite para la crueldad del ser humano. Y,
como ya he dicho, la lista es muy escueta, podría llenar varias páginas…
Bibliografía
·
La condesa Sangrienta, Valentine Penrose. 1962.
- Drácula fue una mujer: En busca de la Condesa de Sangre de Transilvania, Raymond T. McNally. 1983.
- Siete lunas de sangre: la condesa Erzsèbet Bàthory, Carlos D. Pérez. 1999.
- Ella, Drácula: vida y crímenes de la condesa sangrienta, la mayor asesina en serie de la historia, Javier García Sánchez. 2002.
·
Locos de la Historia,
Alejandra Vallejo-Nágera. 2006.
·
Mujeres Perversas de la
Historia, Susana Castellanos de
Zubiría. 2008.
·
Christabel, Samuel Taylor Coleridge. 1800. No es
tanto un poema sobre la condesa, como la utilización del mito de la vampiresa
aristócrata.
- Carmilla, Sheridan Le Fanu. 1872. No es tanto una novela sobre la condesa, como la utilización del mito de la vampiresa aristócrata.
- Sanguinarius, Ray Russell. 1965.
- 62/ modelo para armar, Julio Cortázar. 1968.
- La Condesa Sangrienta, Alejandra Pizarnik. 1971.
- La Historia de Elizabeth Báthory, Ricardo Abdallah. 1999.
- Criaturas de la Noche, Lázaro Covadlo. 2004. Novela curiosa, en la que uno de sus capítulos está dedicado al desarrollo de la teoría de que la condesa Báthory estaba parasitada por una pulga de gran inteligencia.
- La Maldición de Odi (Trilogía La Guerra de las Brujas), Maite Carranza. 2007.
- Amantes de Sangre: El Príncipe Maldito, Ramón Obón. 2008.
- Drácula, el No Muerto, Dacre Stoker. 2009.
·
La Condesa, Rebecca Johns. 2010.
·
Báñate en el infierno, Alan D. D. Novela basada en el mito de la Condesa Sangrienta.
- Nunca digas de esta sangre no beberé, Carolina Andujar. Cómic.
- Elizabeth Bathory, la Condesa Sangrienta. Pascal Croci, Françoise-Sylvie Pauly. Cómic.
Fuentes de
información:
·
Wikipedia
·
www.escalofrio.com
·
www.pasarmiedo.com
Filmografía
- Ella, Drácula. Documental basado en la obra de Javier García Sánchez del mismo nombre.
- Caso Abierto: Elizabeth Báthory. Documental.
- Elizabeth Báthory, la Condesa Sangrienta. Documental de Discovery Channel.
- Bloodbath, Dan Speaker y Kim Turney (Susanna Devereux, Dan Speaker). 1999.
- Bathory, Brian Topping (Ella Bowman, Julie Dreyfus). 2000.
- Blood Countess, Lloyd A. Simandl (Andrea Nemcova, Sabine Mallory). 2008.
- Bathory, Juraj Jakubisko (Anna Friel, Karen Roden, Hans Matheson). 2008. En esta versión se pretende acabar con el mito de la vampiresa sedienta de sangre, aduciendo la falta de pruebas al respecto, situando a Elizabeth Báthory como una víctima de las circunstancias y de sus enemigos.
- The Countess, Julie Delpy (Julie Delpy, William Hurt). 2009.
- Bathory, Ernesto Aguilar (Josefina Recio, Laura Nevole). 2011.
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Las Sangrientas Aventuras de la Condesa Báthory, Bela Valladares. 2012. Cortometraje animado.
Teatro
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Drácula, el musical, Pepe Cibrián, música de Ángel Mahler. 1991. Más que tratar la vida de
Elizabeth Báthory, se inspira en ella para uno de sus personajes..
- Érszebet, la Bañista de la Tina Púrpura, Silvia Peláez. 2007.
- Báthory contra la 613, Juan Manuel Romero. 2008. Obra teatral curiosa, en la que se relata cómo la Condesa Sangrienta vuelve a la vida merced a un ritual harto extraño que celebra la única sirvienta que logró escapar de sus garras (¿También la sirvienta trascendió al tiempo?) en un museo de cera. Se celebra un nuevo juicio en base a los valores de nuestra época, repasando los hechos sucedidos en el siglo XVI.
- La Condesa Báthory, Alberto Antón. 2010. Obra que juega con la historia de la condesa, convirtiéndola en parte en víctima de los desprecios de su marido, y en parte en peón de las intrigas políticas del Sacro Imperio, que la llevarán, en su búsqueda de la felicidad y la inmortalidad, a las atrocidades que cometió.
Otros
La influencia de Elizabeth Báthory
en la cultura popular se deja notar por todas partes: haya sido o no tan
sanguinaria como la describe el mito, su figura ha quedado tan indeleblemente
marcada por la sangre que aparece como paradigma del vampirismo y de la
crueldad extrema.
Como ya hemos comprobado, el mundo
del cómic no es ajeno a esta influencia, pero también se deja notar en otros
aspectos.
En el mundo musical, no son pocos
los grupos que utilizan su nombre para incorporarlo a ellos mismos, sino
incluso para componer canciones acerca de la condesa; básicamente, la mayoría
de estos grupos son de black metal, como Bathory, Cradle of Filth, Venom, Kamelot,
X Japan, Sunn O))), Aiden o Tormentor entre otros.
Y del mundo de los videojuegos… Se
la utiliza como villana en muchos de ellos, o por lo menos personajes basados
en su historia: por citar tan sólo algunos de ellos, diremos que aparece en Ragnarok Online, Diablo II, la serie Castlevania, Bloody Roar, Atmosfear IV,
Vampire Hunter D, Bloodrayne, DarkEden Revolution, Ninja
Gaiden 2, Atlantica Online, Shaiya,
Born into Darkness, o Mortal Kombat 9.
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