Perdí la cuenta de las Erres-
Andábame yo, esforzado y sufrido reportero, campeón de las artes periodísticas,
a la caza y captura de noticias relacionadas con la Conspiración de Lhork
por los Madriles, cuando, ¡oh, sorpresa!, descubrí una masa enfervorecida e
histeroide a las puertas de un conocido centro. Oía gritos, sollozos, y,
acercándome, grandes lamentos que me tuvieron intrigado.
Por un momento pensé que debía ser alguien del
Círculo, que estaba repartiendo gratuitamente los fanzines, oportunidad que no
podía dejar pasar bajo ningún concepto; seguía creyéndolo a medida que reducía
las distancias, mientras veía la masa de chicas y mujeres que se arracimaban de
forma casi violenta a las puertas del centro, amenazando con tirar las vallas
de protección.
Quedéme alucinado al constatar que la mayoría de
aquellas muchachas estaban histéricas, y muchas de ellas tenían un aspecto
decididamente tópico de... digamos, niñas tontas (eu-femismo gordo, a fe mía).
En ciertos casos, es preferible evitar ciertas palabras, para evitar ciertas
"ofen-sas" que podrían costarme realmente caras.
Abríme paso a codazos entre el gentío, descubriendo
de vez en cuando alguna señora
enfervorecida con los ojos extraviados o algún despistado que no sabía si se
encontraba en un colegio o en la cola del paro mirando asustado a su
alrededor, hasta descubrir el motivo de semejante cortedad de cere-bro mostrada
por la plebe: al parecer, y por lo que comentaban entre ellas, había alguna
especie de concierto de alguno de esos grupitos juveniles de hoy en día que
arrasan allí donde van. Ya saben, entre "Pa-queteros Boys",
"Spies Gil",...
Sentíme engañado y defraudado ante semejante
aberración, por lo que clamé a los cuatro vientos mi desilusión por el género
humano. Entre las filas más cercanas pude notar con claridad una marea de enojo
e ira, que fue creciendo poco a poco hasta que terminé por sentir amenazada mi
integridad física.
Intenté entonces defenderme, huir, escapar, salir
de aquel hervidero de malsanas pasiones derivadas no de un interesante acto
cultural, ni de nada relacionado con la Conspiración de
Lhork, sino de un simple concierto musical, pero no conseguí librarme de la
marabunta que subsiguió al caos.
Cuando desperté, lo hice en una habitación blanca,
acolchada, sin ventanas ni distintivo alguno, sin saber cómo rayos había podido
llegar allí; pero, al ver que las personas que se asomaban a una pequeña
rendija de la puerta iban en batín blanco y me observaban con expresiones
compungidas, comprensivas, terminé por comprender lo que había debido ocurrir:
por fin, y a pesar de mis mayúsculos esfuerzos por evitar este fatídico desenlace,
las malvadas fuerzas oscuras que movilizan los miembros de ese pernicioso foco
de infección que es el Círculo de Lhork, habían conseguido localizarme,
atraparme y encerrarme.
Aun así, reconozco que debo admitir un hecho indiscutible:
a pesar de tratar de desenmascarar los intentos del Círculo por dominar el
mundo, a pesar de mis continuos e indiscriminados ataques a esta temible
asociación, a pesar de todas las críticas que mi viperina pluma ha vertido en
contra de ellos, los miembros de su redacción han tenido a bien socorrerme,
ayudarme en el difícil trance que me supuso tener que afrontar las iras de una
masa histérica, aunque me hayan devuelto a este "agradable lugar de
acogida". Gracias les doy por lo que han hecho, pero quiero además que
algo les quede meridianamente claro: ¡NO ME RETRACTO DE NADA DE LO ESCRITO
HASTA AHORA, Y PIENSO SEGUIR CON MIS ATAQUES, POR CROM! ¡NO ABANDONARÉ JAMAS LA INTERMINABLE CRUZADA
CONTRA AQUELLOS QUE SOLAPADAMENTE SOCAVAN EL ESTRICTO ORDEN MORAL DE UNA
SOCIEDAD DECADENTE! Eso sí, si encuentro la manera de conseguir al menos papel
y lápiz.
En fin, qué le vamos a hacer... Ya he solicitado de
los enfermeros que me hagan el gran favor de permitirme escribir los artículos
que ustedes, maravillosos lectores, estoy seguro que aprecian por encima de
todo.
¡Pongo a Crom por testigo que jamás consentiré en
permanecer enclaustrado y con la boca cerrada!
Jose Francisco
Sastre García
Nota de la redacción: ¡Por fin podemos darles una grata noticia,
queridos lectores de Lhork! ¡Por fin, nuestro ex-articulista, el Sr. Sastre, ha
vuelto al redil!
Su detención ha sido obra del azar: enterada del
concierto de los Backstreet Boys de Madrid, una de nuestras empleadas se acercó
por aquellos lares para constatar el estado en que se encontraba el gentío. Al
parecer, se hallaban todos muy alborotados, produciéndose durante unos momentos
un movimiento general de estampida.
Se acercó con la intención de comprobar cuál podía
ser la causa de aquella agitación, encontrándose con un hombre en el suelo:
tumbado boca abajo, brazos y piernas extendidos, sus ropas estaban destrozadas,
como si una manada de búfalos le hubiera pasado por encima; una peluca colgaba,
deshilachada, de su oreja.
Nuestra articulista le dio la vuelta, al oírle
murmurar algo parecido a "Vacas... Mamuts... Ballenas..."; no pudo
evitar su sorpresa al ver un bigote postizo que había terminado pegado torcido
en la barbilla, y todo su rostro, apenas reconocible, estaba lleno de
cardenales, moratones, arañazos y magulladuras.
Al parecer, durante su traslado al hospital
psiquiátrico iba delirando, dejando escapar frases apenas entendibles como
"¡Más LhorkRioja!", "¡Crom, vaya panda de
descerebradas!"...
Demos gracias nosotros a ese dios de los cimmerios
por el que siempre clamaba nuestro antiguo articulista por haber podido
encerrarle por fin. Esperemos ahora que la vigilancia a la que está siendo
sometido le impida escapar, y que aún quede alguna posibilidad de recuperar su
cerebro y restaurarlo a la normalidad.
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