¡Venga Erres!- En una taberna de la Isla Lhorktuga, los
más indeseables, los piratas más recios, las gentes más fieras y rabiosas del
Caribe, cantaban a coro ebrios de ron, grog y Lhorkrioja (Una caja entera
saqueada a un galeón español camino de las Américas).
"Quince hombres agarrados a la botella,
"¡Lhork, Lhork, Lhork, la botella de
Lhork!".
Lhork John Silver guiaba con roncos tonos a aquella
pandilla de bergantes. Con su eterna
sonrisa de cínico, su muleta -boomerang y su Lhork sobre el hombro (Ya había
cambiado el nº 13 por el 45, aunque nadie conseguía explicarse cómo podía tener
un número todavía no publicado), aún imponía respeto a pesar de la edad.
De repente, la puerta de la taberna se abrió: una
ráfaga de aire entró, apagando unas velas, y unas gotas de lluvia mojaron a
los más cercanos. En el umbral, una poderosa figura, corpulenta, de cabellera y barba negras,
envuelto en costosas ropas saqueadas a franceses, ingleses y españoles por
igual. Tanto su pelo como su barba estaban
trenzados, y las puntas ardían a fuego lento a causa de las ascuas
prendidas en ellas.
-Hola, soy Edu, feliz Navidad[i]
-saludó con tonante voz, con un conocido sonsonete que a más de uno hizo
sonreír.
En aquel momento, un niño se asomó por la puerta de
la cocina, con un móvil en la mano.
-Eh, que esa frase es mía -exclamó indignado,
mientras ojeaba una agenda-. Y ahora estoy con Perú.
-Eh, jefe -interrumpió un pirata malencarado con voz
gangosa-, ¿no estamos en Septiembre?
Barbanegra se quedó momentáneamente paralizado.
-¡Rayos y truenos, es verdad! -admitió-. ¡Ya me han
vuelto a engañar los loas[ii]!
-Me parece que te toman por el pito del sereno...
-sugirió otro pirata.
Antes de que pudiera continuar, resonó un estampido
en la taberna: el pirata cayó hacia atrás, con un enorme boquete en la frente.
-Capitán Thatch, ¿por qué ha hecho eso?
-preguntó otro de aquellos envilecidos
bergantes.
-¡Qué diablos! -exclamó Barbanegra-. ¡Si no liquidara a alguno de
vosotros de vez en cuando, me perderíais el respeto!
Con paso firme y bajo la mirada enfurruñada del
niño, se acercó a la mesa de Lhork John Silver y se sentó con él, mientras
cogía al pasar junto a otra mesa un par de botellas de LhorkRioja a pesar de
las indignadas protestas de los piratas.
La primera botella cayó de un solo trago.
-¿A qué no adivinas qué sorpresa traigo? -preguntó
sonriente, ya con los primeros efectos de coz del vino más fuerte del mundo.
-Pues... no -admitió Lhork John Silver, con un
encogimiento de hombros.
-En la bodega de mi "Venganza de la Reina Ana" tengo
encadenado a Curro -anunció a voz en grito, con una risotada-. Le encontré en
las Galhorkpagos, escondiéndose de los inspectores de Hacienda que le buscan
para averiguar de dónde saca tanto dinero para viajes.
-¿Es cierto eso? -se asombró su interlocutor,
mirando nerviosamente a su alrededor-. Creo que será mejor hablar en un lugar
más seguro. Por ejemplo, en tu barco.
-Si conseguimos sonsacarle dónde esconde su dinero,
podemos jubilarnos de esta dichosa profesión -aseguró Barbanegra torvamente.
Ambos personajes se levantaron y abandonaron la
taberna dirigiéndose al puerto, envueltos en una terrible tormenta tropical.
Meciéndose en las olas, la imponente figura del
"Venganza de la Reina
Ana" les esperaba como una inmensa sombra maldita.
Cuando bajaron a la bodega vieron que las cadenas
que habían sujetado a Curro estaban vacías; junto a ellas, un pergamino atrajo
la atención de Barbanegra, que lo desenrolló con un rugido de furia.
"Estimado colega:
Creo mi deber informarte que no me gusta la forma
que tienes de enriquecerte. Deberías ser más honrado y ganarte la vida, por
ejemplo, como electricista. Por eso, y para ayudarte a buscar un oficio
honesto, me llevo a Curro. Hemos llegado a un acuerdo: vamos a irnos los dos a
disfrutar de su dinero por todo el mundo. Ni Sevilla, ni el Caribe. ¡Viva yo!
El hombre radiactivo".
Lhork John Silver y Barbanegra se miraron con
incredulidad.
-¡Otra vez ese tipejo vestido de negro! -se lamentó
Ed Thatch, arrojando el pergamino con rabia.
-¡Es más ubicuo que San Lhork de Arenjún! -exclamó
Silver, santiguándose.
-¡Pongo a Dios por testigo que no volveré a permitir
que se me escape ese perro negro! -juró Barbanegra, el puño alzado por encima
de su cabeza.
Jose Francisco Sastre García
Nota de la redacción: Después de comprobar la delirante manera en que
apareció este "artículo" en nuestra redacción, hemos decidido que ya
estamos hartos de esta situación.
Increíblemente, y a pesar de todos nuestros desvelos
y cuidados, cuando llegamos por la mañana a nuestro puesto de trabajo
descubrimos que alguien se había dejado encendido un ordenador. Como quiera que
ningún guardia de seguridad pareció advertirlo, empezamos a sospechar de ese
malhadado articulista que antaño, tiempo ha, engrosó nuestras filas, había
vuelto a hacer de las suyas.
Efectivamente, al acercarnos a observar la pantalla
pudimos constatar que su rostro nos observaba desde ella, con un gesto medio
burlón, medio desafiante. El ordenador no estaba conectado a ninguna red, por
lo que aquello debía ser algún protector de pantalla o fondo que había grabado
mediante diskette o CD-ROM. De su boca, bajo la forma de un bocadillo, surgía
el siguiente texto: "Ja, ja, ja. Mirad si os atrevéis en el cuarto de
baño".
Allí, navegando en la bañera llena de agua, nos
esperaba un barco pirata. Al abrir la puerta, un cable unido de manera
ingeniosa con la maqueta hizo que recibiéramos un cañonazo de pólvora que nos
hizo toser. Al acercarnos, vimos que en la cubierta había un fajo de papeles,
lo que acaban de leer.
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