sábado, 13 de diciembre de 2014

VUELO EN LA ANTIGÜEDAD



ACERCA DEL VUELO EN LA ANTIGÜEDAD

José Francisco Sastre García

Cuando se habla de las antiguas culturas, se parte siempre de la base de que fueron inferiores a nosotros en cuanto a su tecnología y su inteligencia. Sin embargo, y en base a ciertos descubrimientos arqueológicos y a un sutil cambio de actitud originado en ciertos sectores de la Arqueología oficial, parece que, últimamente, se les reivindica un poco más, gracias a los descubrimientos que se han ido haciendo a lo largo del tiempo y que han hecho tambalearse los cimientos de tan docta e infalible ciencia: las pilas de Bagdad, la máquina de Antikhytera, la lente de Nínive, los observatorios astronómicos de Mesoamérica y Centroamérica, Stonehenge, las grandes pirámides egipcias, tornillos encontrados en geodas, huellas de calzado en estratos demasiado antiguos para ser posible tal cosa, orificios debidos a supuestos balazos en cráneos humanos y animales, las calaveras de cuarzo, la galvanoplastia, el trabajo del platino…
Pero no es en eso en lo que nos vamos a fijar en este artículo, sino en algo que aún permanece como un tema tabú en los medios arqueológicos oficiales: la posibilidad de que, en la antigüedad, nuestros antepasados fueran capaces de volar en máquinas más pesadas que el aire, no sólo en meros globos de aire caliente.
Aunque no se reconoce oficialmente tal cosa como cierta, existen muchos datos que, tomados en conjunto, dan una imagen de las viejas civilizaciones bastante distinta de la que la Arqueología oficial pretende hacernos creer. ¿Por qué hemos de empecinarnos en pensar que nosotros y sólo nosotros poseemos el maravilloso secreto de poder volar en máquinas más pesadas que el aire? Si estamos dispuestos a creer que los antiguos egipcios construyeron las pirámides por un método que aún desconocemos, si estamos dispuestos a admitir que los antiguos mayas y sumerios poseían unos avanzados observatorios astronómicos con los que perfeccionar sus conocimientos del Sistema Solar, ¿por qué pensar que no fueron capaces de elevarse del suelo? Para ilustrar esta fascinante teoría, mostraremos algunos apuntes que parecen conducirnos en esta dirección de forma cuando menos sospechosa, sino inequívoca:

  • Para empezar, tenemos una figura de madera encontrada en una tumba egipcia de las primeras dinastías: por mucho que la arqueología pretenda decirnos que se trata de un pájaro estilizado, tal hipótesis no cuela ni puede colar bajo ningún concepto: cuerpo fusiforme, alas rígidas de tipo planeador, y, sobre todo, un detalle que no posee ningún ave: una cola vertical, no horizontal[1]. Supongo que habrá quién me diga, y no será el único al que se le habrá ocurrido la idea, que ése es el juguete que un turista ha abandonado en la tumba. ¿Realmente alguien puede creer algo así, teniendo en cuenta las medidas que se toman para proteger los monumentos egipcios?
  • A continuación, tenemos el célebre “Astronauta de Palenque”. Sí, ya sé que a estas alturas me dirán que es definitivo que se trata en realidad del tránsito al otro mundo de un mandatario maya, pero enfóquenlo de otro modo: en lugar de llamarlo astronauta, llámenlo piloto, no piensen en viajes espaciales. Francamente, me parece excesivo atribuirles tanta tecnología. ¿No les parece que la hipótesis del vuelo sigue siendo válida? ¿Por qué no pensar que estamos ante uno de esos diseños con doble significado, tal y como ocurre con los jeroglíficos egipcios y algunos dibujos antiguos o modernos?
  • Sin salirnos de América, podemos hablar de unas figuritas encontradas entre los restos del imperio inca: como de costumbre, lo habitual es asimilarlos a animales, en concreto a aves y jaguares, lo cual no parece del todo incorrecto; sin embargo, el pájaro estilizado posee alas triangulares, tipo delta como las de los modernos reactores militares, y el jaguar unas piezas sospechosas que hacen pensar en un mecanismo de tal manera que la figura ha sido bautizada como el “bulldozer de Machu Picchu”.
  • En la antigua India se habla continuamente de los vimanas, y de su poder bélico: en los Vedas se describe la construcción de uno de ellos, y en el Mahabbarata y el Ramayana se narran las grandes batallas entre aeronaves. Sin salir de esta región, nos encontramos con Garuda, el ave de los dioses, una criatura que a veces condescendía a permitir ser montado.
  • Con un salto llegamos a la antigua Grecia, y nos encontramos con un personaje muy conocido: Hércules. En una de sus célebres misiones hubo de acabar con unas misteriosas águilas que habitaban en el lago Estínfalos, a las cuales se les atribuían unas características verdaderamente sorprendentes: de pico y garras de bronce, eran carnívoras y poseían la increíble habilidad de lanzar sus plumas contra sus presas para acabar con ellas. ¿Naves lanzadoras de cohetes o misiles?
  • En la cultura azteca, a Quetzalcóatl se le representa en algunas ocasiones saliendo de la boca de una serpiente emplumada. Como tal, el hecho de que dicho ofidio posea plumas podría aludir al hecho de una criatura voladora que lleva en su interior al civilizador. Más de uno ha querido ver en esta historia a seres llegados del Cosmos, pero, ¿no resulta bastante ilógico que su apariencia sea igual que la nuestra? En este sentido, ocurre lo mismo con la leyenda inca acerca de la llegada de Orejona a la Isla Sagrada del Lago Titicaca.
  • Entre los indios norteamericanos existía la tradición del Pájaro del Trueno, una criatura enviada por los dioses que cuando pasaba por el cielo provocaba el trueno.
  • En las tradiciones chinas se habla de sabios que construyeron para sus reyes “carros voladores”, aparatos con los que aquellos antiguos orientales se elevaban del suelo. Teniendo en cuenta la capacidad de los antiguos chinos para la invención (recordemos que, oficialmente, inventaron la pólvora, la brújula, e incluso la pasta; y, extraoficialmente, sus crónicas hablan, entre otras cosas, de “espejos que permitían ver los huesos del interior del cuerpo”), ¿por qué dudar de su palabra?

Evidentemente, esta información tiene varios filos e interpretaciones: puede ser usada para ilustrar, como mucha gente ha pretendido desde hace tiempo (Meter Kolosimo, Erich von Däniken...), la llegada a este planeta de seres de otros mundos que nos civilizaron: Oannes, los kappa, los nommo, los dropas... Hasta cierto punto comparto su opinión, y pienso que, efectivamente, en el pasado alguien del exterior vino a hacernos alguna visita, pero... También es cierto que no debemos negar al ser humano, por antiguo que sea, la capacidad que siempre ha tenido para inventar y hacerse la vida más fácil y cómoda. Estoy seguro que el hombre antiguo tuvo unas cotas de tecnología bastante buenas y, en algunos casos, incluso superiores a las actuales: pensemos, si no, en los agujeros hechos por los egipcios en la piedra, aparentemente realizados con un material de dureza 500 (el material más duro conseguido hasta el momento es el diamante artificial, de dureza 11), o en las monumentales bases de piedra de Baalbek, cortadas limpiamente en una sola pieza, con un ingente peso y movidas quién sabe cómo.
Tras estos breves apuntes recogidos en las viejas leyendas y tradiciones, podemos elaborar una pequeña guía, no muy exacta y sí muy hipotética, de lo que pudieron haber sido esas naves voladoras a las que se alude de manera tan insistente en la antigüedad:

  • Posiblemente eran muy simples, del tipo aeroplano o planeador, pero elaboradas ya con unos amplios conocimientos de aerodinámica y, por tanto, una línea perfectamente adaptada al medio aéreo.
  • Es posible que no poseyeran ningún tipo de alerón, por lo que debían disponer de algún otro sistema para poder efectuar giros, elevaciones y bajadas.
  • El medio de propulsión no parece demasiado claro: por un lado se alude a una misteriosa energía llamada vril, de la que hasta el momento no sabemos nada, a no ser que se trate de algo que ya conocemos con otro nombre: electricidad, nuclear, térmica… Sin embargo, por otro lado, en la construcción de un vimana, explicado claramente en los antiguos vedas, se alude al uso del mercurio, entre otras sustancias, como combustible, y se advierte que el piloto debe llevar una máscara o respirador para protegerse de los gases tóxicos. Véase el “piloto de Palenque”. Es decir, que se trata de un medio de propulsión más físico, no tan… “nebuloso” como ese concepto del vril. Y también, en apariencia, mucho más peligroso.
  • Es también probable que tuviesen la característica del aterrizaje vertical, o, cuando menos, una frenada en un espacio muy corto: en la Isla Sagrada del Lago Titicaca no hay mucho espacio que digamos antes de irnos al agua…
  • No es demasiado posible que tuvieran una gran autonomía de vuelo: aunque no pretendo negarles a los pueblos antiguos capacidad para tener la inventiva que hemos tenido nosotros, es probable que con los medios de que disponían en el momento no pudieran acceder a una tecnología excesivamente desarrollada, por lo que sus máquinas habrían de ser básicamente simples, sin demasiada complicación; en consecuencia, los vuelos no podrían ser excesivamente largos. Ésa podría ser la “explicación” de la similitud de identidad entre Quetzalcóatl, Viracocha, Kukulkán y Orejona: cuatro civilizaciones que aparecen casi a la vez, y cuatro dioses civilizadores que llegan, desde nadie sabe dónde: ¿y si estuviéramos hablando de una nave que llegó inicialmente al lago Titicaca, después recaló en el antiguo Perú, para saltar hasta el Yucatán y posteriormente a México? En principio, el recorrido parece excesivamente largo entre Perú y Yucatán, pero, ¿quién nos dice que no hubo alguna otra parada intermedia?
  • Tampoco es demasiado probable que se tratara de algún tipo de transporte de gran envergadura, sino más bien una especie de puente mercantil de baja intensidad: como máximo, un par de ocupantes o unos pocos kilos de material.
  • Evidentemente, los materiales de construcción de estas aeronaves habían de ser de material perecedero, pues de lo contrario algún resto de ellas debería haber aparecido ya en algún lugar en los que se supone fueron utilizados tales artefactos. Aunque podríamos pensar en otra posibilidad: esa energía a la que hemos aludido anteriormente, el vril, posee, según los antiguos, un gran poder que es necesario controlar con cuidado, pues de lo contrario destruye a su portador. ¿Y si ese misterioso vril, al “explosionar”, consumiese completamente las naves?

En cualquier caso, creo que, aunque se trata de pruebas no excesivamente contundentes, la hipótesis de trabajo sobre la cual estamos construyendo nuestra teoría no resulta excesivamente descabellada. Existen suficientes datos como para poder pensar que nuestros antepasados fueron más listos de lo que creemos. ¿Aeronaves en la antigüedad? ¿Y por qué no?


[1] “Lo Inexplicado”, vol. 3, pag. 670-672.

2 comentarios:

  1. Todo es posible en la dimensión desconocida

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    1. Negar al ser humano la capacidad de crear e inventar, incluso en la antigüedad, es un dislate en el que se ha incurrido durante mucho tiempo: los antiguos no fueron capaces de... ¿Por qué no? ¿Acaso no tenían un cerebro como nosotros? Cierto que tenían otro tipo de pensamientos, pero eso no me parece óbice para que pudieran desarrollar técnicas que hayan desaparecido...

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