BRAM STOKER
José Francisco Sastre García
Hablar de Bram Stoker es hablar, por
encima de todo, de su obra más inmortal, Drácula.
Qué duda cabe que este escritor irlandés (Clontarf, 8 de noviembre de 1847
- Londres, 20 de abril de 1912), de
nombre Abraham Stoker, ha sido mundialmente renombrado por su recreación del
vampiro aristócrata más famoso de todos los tiempos, una criatura de la noche
que acecha a los vivos y los atrapa en sus redes de seducción y engaño para
convertirlos en sus acólitos, tanto vivos como no muertos…
Aunque últimamente se está
cuestionando que el germen de su obra se encuentre en la figura histórica de
Vlad Tepes III Draculea (Tepes, en húngaro, significa El Empalador), en la
novela se da una pista muy clara de que, en el fondo, ahí es donde hay que
buscar al señor de los vampiros, al gran rey de la noche: el propio Drácula
habla de que uno de sus ancestros luchó contra los turcos en las regiones
transilvanas, por no mencionar el propio apelativo que se usa (Draculea
significa hijo del demonio, que es Dracul, apelativo del padre de Vlad)…
Sin embargo, aunque esta novela es
el centro principal, la estrella del firmamento de Stoker, su Joya de la
Corona, no podemos obviar que tiene otras historias igual que interesantes, y
algunas que rayan a la misma altura…
Sus primeras narraciones fueron La Copa de Cristal y La Cadena del Destino, allá por 1872.
Posteriormente vendrían El Paso de la
Serpiente (1890), La Boca del Río
Watter (1893), El Entierro de las
Ratas (1895), Drácula (1897), Las Arenas de Crooken (1898), El Secreto
del Oro Creciente (1898), La Dama del
Sudario (1905) o La Guarida del
Gusano Blanco (1911).
No podemos dejar de lado, para explicar algunas de las características
de toda esta producción literaria, el hecho de que nuestro autor perteneció a
la mítica Golden Dawn, una sociedad
londinense dedicada al ocultismo, en la que a su vez se integraron personajes
como Sir Arthur Conan Doyle, Robert Louis Stevenson, William Butler Yeats,
Arthur Machen, Algernon Blackwood, Henry Rider Haggard o Aleister Crowley,
entre otros célebres escritores… No es de extrañar, por tanto, la presencia de
lo sobrenatural o, cuanto menos, de elementos ominosos, terroríficos, en su
obra.
La obra de Stoker se caracteriza por un estilo basado sobre todo en la
sugerencia más que en mostrar el horror directamente, aunque para el clímax
final recurre a una “explosión” de realismo: en Drácula, inicialmente, deja entrever la condición vampírica del
conde, pero no es hasta más adelante que se desata todo el terror subyacente en
la novela, que debe mucho, por cierto, a Carmilla,
de Joseph Sheridan Le Fanu; en La Guarida
del Gusano Blanco, otra de sus grandes obras, actúa de una manera similar,
sugiriendo, dejando caer detalles, pero sin llegar a mostrar la realidad de lo
que está sucediendo hasta el cataclísmico final, en que se muestra el horror en
toda su pesadilla…
Vamos a saltarnos la obra cumbre del irlandés, ya que está estudiada
hasta la saciedad, tanto en argumento como en estilo, desvelando la mayoría de
los detalles y cuestiones que subyacen tras esas páginas repletas de terror y
aventuras. De sus adaptaciones a teatro y cine, sólo diremos que el número de
versiones es incontable…
Regresaremos de nuevo a La
Guarida del Gusano Blanco: una extraña maldición, una dama con un misterio
escondido tras su noble figura, una mansión que parece esconder un secreto
abominable… Éstos son los elementos primordiales de esta novela que no
desmerece en lo más mínimo a lo más granado del autor, unos elementos que se
van combinando lentamente, en una trama de ambiente claustrofóbico, gótico, de
excelente y rápida lectura, hasta que la explicación de los aterradores sucesos
se muestra en todo su abominable esplendor: quizás en este punto Stoker pecó a
la hora de acabar con la pesadilla, ya que el sistema, aunque eficaz y
correcto, parece un poco fuera de contexto teniendo en cuenta cómo se ha ido
desarrollando la historia, el ambiente que emana de ella…
Otra de sus grandes obras, que cayó en un injusto olvido a pesar de su
innegable calidad, es La Joya de las
Siete Estrellas: de la misma manera que recrea el sórdido mundo del
vampirismo transilvano en la Londres victoriana, consigue introducir en ésta,
en una mansión inglesa, el enigmático mundo del antiguo Egipto, las ideas sobre
las momias, los faraones, la transmigración de las almas… Constituida como una
historia de un romance casi necrofílico, con un par de gatos como elementos
fundamentales para solventar la argumentación de la historia, una momia surgida
de las arenas del país del Nilo, las sensaciones de claustrofobia, de miedo, de
muerte inminente, planean continuamente sobre los personajes que se mueven por
la mansión en busca de las respuestas que puedan ayudarles a resolver los
problemas sobrenaturales a los que se están enfrentando… La fuerza de esta
historia haría que el cine se interesase por ella y se rodaran Sangre en la Tumba de la Momia (1972,
Seth Holt y Michael Carreras), o El
Despertar (1980, Mike Newell, con Charlton Heston).
Las obras menores, de las que ya hemos citado algunas al principio,
poseen también una enorme intensidad, recrean mundos surgidos de las
pesadillas, aspectos inquietantes de la Londres del XIX o de otros lugares más
o menos lejanos… Digamos, por ejemplo, que El
Invitado de Drácula, que inicialmente es un relato suelto, independiente, acabaría
por convertirse en el capítulo introductorio de su obra cumbre…
Sin más, les dejo para que disfruten de la obra de un escritor
decimonónico que supo recrear de forma magistral el horror de tiempos antiguos
en su propia era, dando a sus coetáneos y a lectores posteriores motivos para
desconfiar de la noche y de las brumas que esconden en su seno terrores sin
cuento…
No hay comentarios:
Publicar un comentario