RASPUTÍN
EL
CARISMA DE LA LOCURA
José
Francisco Sastre García
Escribir sobre Rasputín es entrar en
los laberintos de las intrigas palaciegas al estilo más clásico: descréditos,
rumores, venenos, pistolas, cuchillos… y, por encima de todo ello, la figura de
un hombre cuando menos enigmático, iletrado, que consiguió hacerse con una cota
de poder realmente excepcional para celos y envidias de los nobles que
aspiraban a tales prebendas.
Del conocido como monje loco se han
escrito muchas cosas, algunas de ellas históricas, otras leyendas… Su vida como
consejero de los Romanov, los últimos zares de la Rusia imperial, y sobre todo
su muerte, se han prestado a multitud de conjeturas y teorías, a cual más
disparatada, para explicar cómo fue capaz de sobrevivir de la manera que lo
hizo. Veamos si es posible arrojar un poco más de luz sobre este personaje o,
al menos, plantear alguna cuestión de interés que pueda explicar algunos de los
hechos que rodearon su extravagante vida…
El personaje
De nombre Grigori Yefimovich
Rasputin (en España, seguramente debido a su finalización en n, lo hemos
pronunciado como una palabra aguda, Rasputín, aunque en realidad en ruso la
pronunciación es llana, Raspútin) (Como otro inciso, comentar que Rasputin no
era tanto nombre como el apodo que le dieron los miembros de la secta de los
flagelantes en la que estuvo, y que significa aproximadamente “vicioso” o
“depravado”), este excéntrico personaje nació un 22 de enero de 1869 y acabó
sus días un 29 de diciembre de 1916.
Su lugar de nacimiento fue un
pequeño pueblo de Siberia, en la región occidental, llamado Pokróvskoye,
perteneciente a la actual región de Óblast de Tiumén, conocida antiguamente
como Tobolsk; dicho pueblo se encuentra aproximadamente a 300 km. al Este de los
Urales, en la orilla Norte de un río llamado Turá.
Su padre, Yefim Novy, se dedicaba a
la trata de caballos robados, negocio con el que amasó una buena fortuna; y,
como veremos más adelante, a su hijo le pareció un buen affaire…
Según se cuenta, ya desde la más tierna
infancia demostró ser un niño especial: se arrancaba los pañales y le resultaba
muy difícil concentrarse; incapaz de relacionarse con otros niños, debió ser
una criatura muy solitaria.
Su hija escribe que con 14 años ya
estaba tan imbuido del dogma religioso que demostraría a lo largo de su vida,
que con la idea de que el Reino de Dios estaba entre nosotros huyó y se
escondió en el bosque, con el inenarrable temor de que la gente descubriera que
le había ocurrido algo inimaginable. Regresó a casa algún tiempo más tarde,
tras recuperarse de la experiencia, con la sensación de “una luminosa
tristeza”.
Ya por entonces se veía acosado por
los niños de su edad, que lo llamaban enclenque y lo perseguían, hasta que,
harto de la situación, un día se revolvió contra ellos y les dio una tunda. Al
parecer se arrepintió de su ataque de violencia, pues pretendía ser una persona
pacífica, lo que le hizo volverse más sociable: merced a ello, comenzó a
acercarse al mercado de Tiumén, sito a unos 80 km. al Oeste del pueblo,
enviado por su padre para vender el centeno que cosechaban.
Según algunas fuentes estos acosos
por parte de los muchachos de su edad se debían no sólo a las burlas, sino
también a que defendían a las hermanas a las que el propio Grigori acosaba con
fruición; por tal hecho llegó a ser azotado públicamente varias veces.
A pesar de todo, el muchacho seguía
siendo excesivamente disperso, lo que le impedía asentarse en condiciones de
resultar de provecho incluso para sí mismo: no tardaría en comenzar a
deslizarse hacia el abismo en el que caería más tarde, dándose a la bebida y a
la “mala vida”, seguramente debido a las compañías que frecuentó o tal vez por
su propia naturaleza rebelde e inconstante: no se le ocurrió otra cosa que
acompañar a sus nuevas amistades (o instigarlos) a robar unos caballos, motivo
por el que fueron detenidos y juzgados: mientras que a los demás se los
desterró a Siberia Oriental, él fue absuelto.
No está muy claro si se trató de una
absolución con castigo o de una decisión propia, pero la cuestión es que con 18
años acaba con sus huesos en el monasterio de Verjoturye, en Óblast de
Sverdlovsk, donde abrazaría la vida monacal y se dedicaría a la meditación
durante tres meses.
A la salida del claustro y regreso a
su hogar tuvo la visión que lo convertiría en el místico que declaró ser el
resto de su vida: se le apareció la virgen. A partir de aquel momento,
comenzaría a oír voces interiores que lo exhortaban a dedicarse a la vida
religiosa, asegurándole que la
Providencia le reservaba una gran misión.
Poco después, llevado por su
exacerbado sentido de la religión, ingresaría en la secta cristiana de los
flagelantes, secta que había sido condenada por la Iglesia
Ortodoxa Rusa, y que mantenía que sólo se podía acceder a la
fe verdadera a través del dolor. Es probable que fuera en este entorno, en el
que las fiestas y las orgías eran continuas, a las que Rasputín se entregó
alegremente y sin ninguna inhibición, donde el monje abrazaría la vida de
libertino por la que sería conocido más tarde. Es durante este tiempo cuando,
al parecer, recibe el apodo de Rasputin por parte de sus compañeros de secta,
probablemente debido a los excesos a los que se entregaba, exagerados incluso
para ellos…
Aún así, no debía de ser suficiente
para él, o más bien pudo tratarse de una cuestión de seguridad, pues al parecer
un cura local decidió investigar las herejías que se le atribuían; en cualquier
caso abandonó la secta y se dedicó al vagabundeo y la ayuda a los necesitados;
tras ello conoció a un “iluminado” llamado Makari,
que se convertiría en una figura muy influyente en lo que sería el resto de su
vida.
Aparentemente dispuesto a sentar la
cabeza, el 2 de enero de 1889 (fecha del calendario ortodoxo) se casó con
Praskovia Fiódorovna Dubróvina, que le daría tres hijos (otras fuentes hablan
de cuatro): Dmitri, Maria y Varvara. No son los únicos vástagos que tuvo, hay
constancia de que sus devaneos con otras mujeres dejaron más descendencia suya.
Este matrimonio no le duró
demasiado: en 1901 volvió a entrarle la vena místico-religiosa (si es que en
algún momento había llegado a abandonarle) y se largó del hogar, convirtiéndose
en peregrino: durante un par de años se dedicó a recorrer las tierras eslavas,
Grecia y Tierra Santa, tiempo durante el cual adquirió un buen bagaje de
conocimientos acerca de historia, teosofía, esoterismo, antiguas tradiciones y
las viejas religiones. La primera parada la hizo en la lavra (monasterio) de
Kiev, para posteriormente pasar por Troiste-Serguiera Lavra (Zagorsk, cerca de
Moscú), y por Pachaievsky (cerca de Rovno, Ucrania), para proseguir su camino
por otros monasterios entre los que se incluyó el legendario monte Athos.
Tras
estos viajes, en 1903 decide que su aprendizaje ya ha acabado y regresa a
Rusia, donde se dedica a deambular por las calles de San Petersburgo (a la
sazón, sede de los Zares), donde se le consideraría un adivino popular; es en
este momento cuando comienza a plantearse la posibilidad de acercarse a la
familia imperial. Para ello, nada mejor que acercarse a las familias de la alta
nobleza, y la mejor manera de conseguirlo era conocer y encandilar a monseñor
Teofán, el inspector de la
Academia de Teología de la ciudad. Éste fue el primer camino
que le abriría todas las puertas…
Sus dotes carismáticas, por no decir
hipnóticas, junto con su fama de hombre santo e incluso taumaturgo, lo habían
llevado hasta aquella situación, y ahora estaban a punto de encumbrarlo a lo
más alto del poder: tales dotes se debían a su aspecto, que él procuraba
mantener en todo momento cercano al de Jesús, y a una actitud que algunos
investigadores han llegado a catalogar de hipnótica: su mirada era fija y
penetrante, con los ojos azules muy claros enmarcados por un cabello castaño;
hablaba de forma similar a la de un oráculo, de palabra fácil, con frases
calculadamente ambiguas y en las que solía omitir alguna parte de la
construcción gramatical (alguien llegó a decir que sus frases nunca constaban
de "sujeto, verbo y predicado", sino que siempre faltaba algún
elemento); su físico resultaba enormemente atractivo para las mujeres, además
de la formidable intuición de que parecía disponer y del exhaustivo
conocimiento de las Sagradas Escrituras y de las tradiciones religiosas rusas
que fomentaban las prácticas orgiásticas como una forma de acercarse a Dios.
Además, con su particular carácter, en un momento en que estaba de moda lo que
se ha dado en llamar el romanticismo filoeslavo, desde su posición como
perteneciente a la Siberia
profunda, era capaz de espetar a los nobles rusos, muy emparentados con las
noblezas europeas, frases como “No tenéis una sola gota de sangre rusa”. Podía
ser tan convincente como tosco o brutal, lo que prestaba un aire aún más
extraño a su alta figura. Y por encima de todo, había resultado ser un actor excepcional,
capaz de embaucar a cualquiera con su oratoria.
Estas actitudes le reportaban no
sólo una publicidad que le ayudó a encumbrarse y a acercarse a la familia Romanov, sino también enemigos que le
atacaban duramente, al sentir gravemente amenazado el estatus del que habían
estado gozando hasta aquel momento; propagaron todo tipo de murmuraciones y
rumores contra él, que no sólo dañaron la imagen de Rasputín, sino que además
sirvieron como carnaza para que los revolucionarios, deseosos de derrocar el
régimen zarista, los usaran en sus proclamas contra la realeza y caldearan aún
más el ambiente.
La entrada en la corte imperial se
produjo merced a la enfermedad que el zarevich (heredero al trono de los zares)
Alexei (o Alexis, según la grafía
que se use): padecía de hemofilia. Puesto que los médicos eran incapaces de
ayudarle, una amiga de la zarina, Anna Vyrubova, intercedió en 1905 para que el
monje visionario pudiera tener el permiso para sanar, o al menos, mejorar la
maltrecha salud del muchacho; si hemos de creer las fuentes históricas, en
apariencia la imposición de manos y los rezos que practicaba Rasputín sirvieron
para que el joven saliera de la delicada situación en que se encontraba;
algunos investigadores plantean la posibilidad de que en realidad se tratara de
un proceso de hipnosis, pero en cualquier caso, esta mejoría hizo que se
convirtiera en la mano derecha de los zares y, en especial, de la zarina Alejandra.
A medida que su ascendiente sobre
los zares aumentaba, el monje iba haciendo nuevos contactos: conoció y se alió
con el “terapeuta” Badmaiev, uno de los personajes más turbios de la ciudad, un
mongol buriato que había huido del convento tibetano en que había estado porque
se aburría soberanamente, y se había dedicado a crear una farmacopea alucinante
con la que pretendía curar a los enfermos, a los que se conocía de inmediato
por sus expresiones alucinadas al caminar por las calles de San Petersburgo:
“elixir del Tíbet”, “polvo de Nivritti”, “esencia de loto negro”… Entre ambos
consiguieron convertirse en los únicos médicos autorizados del zarévich.
Aunque había alcanzado una posición
tan preponderante, parece ser que a los ojos de Nicolas II no era tan especial, aunque mientras su esposa lo
mantuviera cerca él lo toleraría; en cualquier caso, no parecía haber ninguna
decisión procedente del Trono que no hubiera pasado previamente por las manos
del místico.
Uno de los ataques más duros contra
él, y que redundó no sólo en perjuicio suyo sino también en el del régimen de
gobierno ruso, fue el ser acusado, durante la Primera
Guerra Mundial, de ser un espía alemán que influía
políticamente en la zarina, que a su vez era de ascendencia alemana, mientras
su marido permanecía ausente por la guerra.
Hubo más intentos de desacreditarlo:
Iliodor, uno de los predicadores más importantes de San Petersburgo, se dedicó
a sembrar la ciudad de panfletos en los que Rasputín aparecía como el “Santo
Diablo”, junto con citas de unas cartas de la zarina que, dirigidas al monje,
le habían sido robadas por su enemigo y en las que parecía darse a entender que
la propia Alejandra había caído entre los brazos del místico libertino.
Uno de los primeros intentos de
acabar con su vida se produjo precisamente durante esta campaña: una
prostituta, fingiendo necesitar su ayuda, se acercó a él y cuando se abrazaron
le clavó un cuchillo en el estómago al grito de “He matado al Anticristo”, pero
Rasputín fue más rápido y evitó que el golpe fuese fatal. Pasarían varias
semanas hasta que se recuperara de la herida, mientras Nicolás II se dedicaba a
preparar la inminente guerra. Algunos exegetas sugieren que el místico se
oponía al conflicto y a los llamados Señores de la Guerra de los Balcanes,
considerándolo un auténtico hombre de paz…
Mientras tanto, el monje loco se dedicaba
a una vida licenciosa que alternaba con su tratamiento al zarevich y con las
profecías que dejaba caer en la corte, augurios oscuros que no parecían
presagiar nada bueno para la dinastía reinante; según se cuenta, en sus
visiones la Santa Rusia
estaba “envuelta en una nube negra e inmersa en un profundo y doloroso mar
de lágrimas”. Muchas mujeres de la nobleza rusa pasaron por su lecho, al
igual que muchas prostitutas; y sus borracheras se habían convertido en algo
casi rutinario… Una de sus máximas favoritas a la hora de justificar este modo
de vida era: “Se deben cometer los pecados más atroces, porque Dios sentirá
un mayor agrado al perdonar a los grandes pecadores”. Con todo, y a pesar
de que estamos ante algo que se ha dado por sentado desde el primer momento,
los historiadores no disponen de pruebas definitivas acerca de sus terribles
costumbres, por lo que bien podría tratarse, al menos en parte, de un ataque de
sus detractores. Aunque, para ser sinceros, cuando el río suena, agua lleva,
aunque sea poca.
El poder del monje loco, como era
apodado por sus coetáneos, era enorme: había designado a muchos altos
funcionarios del gobierno, aunque a juzgar por la historia ninguno debió ser ni
por asomo competente. Su influencia en la Corte llegaba hasta tal punto que en 1916 impuso
a su candidato, Sturmer, como presidente del Consejo, acto que sentó muy mal en
las altas esferas a pesar de que el Zar no le retiraba su confianza…
Y llegamos al episodio más increíble
de la vida del monje loco: su muerte.
Hartos de la cercanía de Rasputín a la Corte y de sus escandalosas
costumbres, se confabularon el príncipe Félix Yusupov, de quien se rumorea que podría haber sido un homosexual
atraído por la figura del visionario y que todo podría haber sucedido por despecho,
el primo del Zar Demetrio Romanov, gran duque de la corte, y el diputado de
derechas Puriskievich: la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916 lo invitaron
en Petrogrado, en el palacio del propio Yusupov, a una cena en la que habían de
acabar con su vida, después de varios intentos infructuosos. Utilizarían como
pretexto la ayuda que la bella esposa de éste necesitaba. Aquella noche, en la
casa en la que debía pasar sus últimas horas, se unió a ellos el doctor
Sukhotin.
Disponemos de la narración completa
de los sucesos de aquella aciaga noche gracias a Yusupov, que los trasladó al
papel con todo detalle, mostrándonos una imagen de Rasputín absolutamente
increíble: en primer lugar envenenaron su comida, pusieron cianuro suficiente
como para aniquilar a una docena de hombres, pero el siberiano parecía ser
inmune al veneno, pues tras unos momentos iniciales de duda, como si sospechara
de la celada que se le estaba tendiendo (hay quien apunta que el Ministerio del
Interior le había advertido de un complot contra su persona), bebió y comió a
dos carrillos sin dar señal alguna de sentirse siquiera mal; cansado de aquella
situación, el príncipe se acercó a él y, sacando su pistola, le disparó a
bocajarro en el corazón; tras reunirse con sus cómplices para preparar la
eliminación del cadáver, cuál no sería su sorpresa al contemplar como el
místico se levantaba y, tras una brutal refriega con Yusupov que casi cuesta la
vida al conspirador, aullando como un poseso, echaba a correr y salía de la
casa, huyendo de sus asesinos, que lo perseguían para rematar la sangrienta
faena antes de que pudiera denunciarlos ante los zares.
Cuando lo alcanzaron volvieron a
dispararle e incluso apuñalarlo, pero aún así Rasputín volvió a levantarse e
intentar huir, y sólo permaneció inmóvil en el suelo tras un nuevo disparo en
la cabeza. Satisfechos por fin con su macabra obra, lo ataron concienzudamente
y envolvieron el cadáver en una alfombra, arrojándolo al río Neva, de dónde
sería recogido posteriormente el cuerpo: sorprendentemente, uno de los brazos
estaba suelto. Al hacerle la autopsia, se constató con asombro que el hombre en
realidad había muerto… ¡ahogado! Ni veneno, ni puñales ni balas habían podido
con él…
Las investigaciones llevadas a cabo
en este turbio asunto hacen pensar a algunos historiadores que detrás del
asesinato se encontraban los Servicios Secretos Británicos, que disponían de un
agente (Oswald Rayner) en Petrogrado por aquella época, que al parecer debió
participar activamente en el crimen bajo el mandato de otro agente al que se
conoce como John Scale.
Una de las leyendas que se cuentan
en torno a la muerte de Rasputín es que una vez recuperado el cadáver del río e
identificado, algunos, atraídos por la fama que había adquirido, decidieron
apoderarse de su miembro viril y exponerlo en un museo erótico de San
Petersburgo, donde permanece hasta hoy en día.
Su cuerpo fue enterrado en San
Petersburgo, en una fosa cerca del palacio, acudiendo al sepelio tan sólo la
zarina y un monje. Aparte de Alejandra, sólo fue llorado por el pueblo llano,
que lo aclamaba como un auténtico hombre santo…
Tenemos algunas de las predicciones
que hizo acerca del futuro, que citaremos a continuación:
- "El aire que hoy desciende a nuestros pulmones para llevar la vida, llevará un día la muerte. Y llegará el día en que no habrá montaña ni colina; no habrá mar ni lago que no sean envueltos por el hálito fétido de la Muerte. Y todos los hombres respirarán la Muerte, y todos los hombres morirán a causa de los venenos suspendidos en el aire"
- "Mahoma dejará su casa, recorriendo el camino de los padres. Y las guerras estallarán como temporales de verano, abatiendo plantas y desbastando campos, hasta el día en que se descubrirá que la palabra de Dios es una aunque sea pronunciada en lenguas distintas. Entonces la mesa será única, como único será el pan"
- "Y cuando los dos fuegos sean apagados, un tercer fuego quemará las cenizas. Pocos hombres y pocas cosas quedarán; pero lo que quede deberá ser sometido a una nueva purificación, antes de entrar en el nuevo paraíso terrestre"
- "Siento que moriré antes del primero de Enero... si soy asesinado por plebeyos, y especialmente por mis hermanos los campesinos rusos, nada tendrás que temer... tu trono se asentará por cientos de años y tu hijo será Emperador y Zar. Pero si soy asesinado por nobles, mí sangre permanecerá en sus manos por veinticinco años. Tendrán que abandonar Rusia, los hermanos se enfrentarán a los hermanos, el odio dividirá las familias y el país se quedará sin nobleza o Imperio..." (Para mayor ironía, Yusupov hubo de exiliarse con su mujer e hija tras el asesinato del místico libertino).
Consideraciones
- Empecemos por el principio: ya en su juventud apuntaba maneras de lo que llegaría a ser de adulto, así que las acusaciones que se vierten sobre él acerca de su vida extremadamente escandalosa y licenciosa no debían de ser del todo inciertas a pesar de que sus detractores pudieran haberlas amplificado para denostarlo. Durante sus primeros años no tiene nada mejor en qué ocuparse que en beber y robar caballos. Cuando comprobamos que sale absuelto de la acusación, mientras que a sus compañeros les cae el destierro a la Siberia Oriental, que era poco menos que una condena a muerte por aquella época, surge una pregunta inevitable: esta absolución, ¿se debe a que se trató de la primera vez y por tanto los jueces fueron compasivos con él? ¿O, por el contrario, se trató de una demostración temprana de las dotes carismáticas o hipnóticas que iría desarrollando y mejorando con el paso del tiempo hasta convertirlas en su principal arma para hacerse un hueco en la Corte de los Zares?
- Además, siguiendo con la idea que exponemos en el punto anterior, hay un aspecto en contra de la teoría que se está manejando actualmente acerca de la posibilidad de que Rasputín no fuese en realidad un semental sexual, sino prácticamente un impotente: si ya sus propios compañeros de la secta de los flagelantes le dan el apodo con el que ha llegado a ser mundialmente conocido, que viene a significar “vicioso” o “depravado”, ¿por qué ese empeño actual en desmentir que este buen hombre se entretenía con los mayores excesos posibles, eso sí, sin llegar al crimen?
- Resulta irónico comprobar cómo el destino se confabuló para que las cosas salieran como lo hicieron: los enemigos de Rasputín, básicamente nobles que temían perder su estatus ante el místico libertino que amenazaba su posición junto a Nicolás II y Alejandra Fiodorovna, lo atacaron con saña, tratando de quitárselo en medio, tanto físicamente como mediante libelos y rumores que pretendían desacreditarlo a toda costa. ¿Y qué consiguieron? Que la fama del monje creciera entre la plebe, que lo aclamaba como un santo, y que los revolucionarios que deseaban la caída de la monarquía tuvieran motivos más que fundados para alzarse contra ella; así, todo lo que esgrimía la alta nobleza contra el personaje que nos ocupa acabó por redundar en su propio perjuicio, cuando comenzó la Revolución Rusa y todos ellos fueron pasados por las armas, empezando por la familia real y prosiguiendo por toda su corte...
- Hablemos de las “curaciones” que Rasputín practicaba sobre la persona del zarevich. Si bien en su mayor parte pueden ser explicadas médicamente como simples mejorías con posteriores recaídas, algunas de ellas, al decir de los testimonios de la época, son realmente sorprendentes, por no decir inexplicables. La hemofilia, por aquella época, era una aflicción incurable, mortal, y Alexis llevaba tiempo en aquella condición, sin que los médicos de la corte pudiesen hacer nada para mejorar su calidad de vida. Y llega el místico visionario, y aunque sólo sea a ratos, consigue que el joven se recupere. ¿A qué se debe que un iletrado como aquél pudiera conseguir un efecto que los expertos no lograron? ¿O es que realmente sus manos poseían un don especial? Aunque también podríamos pensar, como parecen hacerlo una buena parte de los investigadores, que la hipnosis, y no otra cosa, fue la principal artífice de estos momentos de mejoría: un trance, una orden dada a la mente del zarevich para que se olvidara de que se encontraba mal, y al menos durante un tiempo él mismo realizaría la “curación” milagrosa, hasta que la orden posthipnótica perdiera fuerza, si tal cosa es posible.
- Y pasamos por fin al que, como ya hemos dicho, es el punto fuerte de la historia del monje loco, su muerte. Se puede entender que fuera un hombre fuera de lo común, más resistente de lo habitual, pero no de la manera que se narra en los escritos de Yusupov. Si bien es cierto que debía estar receloso del agasajo que estaba recibiendo por parte de sus anfitriones, Rasputín acabó por regalarse con bebida y comida sin reparos, metiéndose entre pecho y espalda una ración de cianuro suficiente como para tumbar, al decir de los conspiradores, a un elefante. ¡Y no pareció inmutarse! ¿Estaba inmunizado de alguna manera contra los venenos? ¿Es tal cosa posible? Y después, llega el clímax: un tiro en el corazón, se derrumba… y se levanta de nuevo; y no sólo eso, sino que además se enzarza con su asesino, con una fuerza inaudita, hasta que decide huir a través de un patio nevado, por donde le persiguen sus enemigos hasta alcanzarlo: más disparos, puñaladas, cae… Y se levanta una vez más, hasta que un tiro en la cabeza lo abate definitivamente. Pero por lo que sabemos tampoco fue definitivo, pues tras atarlo y envolverlo en la alfombra, una vez arrojado al río, tal parece que la frialdad lo despeje de nuevo y consiga liberar un brazo antes de encontrar la muerte definitiva, ahogado en las aguas del Neva. Por una parte me vienen a la cabeza las películas de John Woo, el profeta de la ultraviolencia, en las que a los actores les descargan encima balas como para llenar un contenedor, y a pesar de todo siguen vivos… malamente, pero vivos. ¿Qué pensar de la resistencia casi sobrenatural del monje? Parece imposible que un ser humano pueda soportar semejante castigo y seguir vivo, pero así fue en el caso de este místico. No parece lógico pensar que Yusupov pudiera exagerar en lo tocante a este punto, pues, como enemigo de Rasputín, lo que le interesaba en sus escritos era desprestigiarlo, tirarlo por tierra y acabar con su reputación de curandero y hombre santo, así que deberíamos pensar que no exageró a la hora de narrar lo sucedido; de hecho, según se dice, en su exilio durante la Revolución, aún recordaba entre estremecimientos los sucesos de la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916. Tuvo que ser una escena pavorosa, terrible, digna de una película de terror, contemplar como alguien a quien se consideraba muerto se levantaba una y otra vez a pesar de todos los esfuerzos…
- Siguiendo con este tema, y tomando un punto del que ya hemos hablado en la biografía, como es el hecho de que unos documentos desclasificados recientemente ponen sobre el tapete la posibilidad de que detrás del asesinato se encontraran los Servicios Secretos Británicos, cabe hacerse algunas preguntas: ¿qué interés podían tener los ingleses en quitar del medio a un personaje como Rasputín? Si el monje loco pretendía mover todos los hilos de la política rusa desde la sombra, podría entenderse que los intereses occidentales en Rusia se vieran amenazados si estaba en contra de ellos, lo que explicaría el complot; pero también, por mera lógica, si la zarina podía ser filoalemana por ascendencia, hubieran tenido que plantearse quitarla del medio para que no influyera en su marido en contra de ellos, cosa que aparentemente no sucedió. Además nos encontramos con otra cuestión: la narración de los hechos en estos documentos es ligeramente diferente a la que nos cuenta Yusupov, así que cabe preguntarse cuál es la versión más fidedigna, aunque en el fondo da lo mismo: el místico fue envenenado, apuñalado, apalizado, acribillado, y sobrevivió a todo ello para morir ahogado en las aguas del Neva.
- El resumen que podemos obtener de todo lo anteriormente expuesto es que Rasputín fue un hombre que aprendió pronto a manejar sus habilidades, con una capacidad carismática, casi hipnótica, enorme, dispuesto a alcanzar la cima del poder, pero con la gran debilidad de su pasión por la carne, la comida y la bebida… Debió ser excesivo, pasional, en todos los aspectos de su vida, y eso choca frontalmente con su actitud de monje, místico o visionario; por mucho que se pretenda defenderlo como tal, no cabe duda de que no tenía absolutamente nada de religioso, tan sólo sus conocimientos y la labia que era capaz de desplegar con ellos. Es evidente que se trataba de una persona ávida de poder, aunque al parecer no recurrió en ningún momento al crimen, prefirió utilizar las intrigas…
Tal
vez por sus vivencias a lo largo de sus viajes, o por una calculada
inmunización, o quizás por una naturaleza especial, era mucho más resistente al
sufrimiento y el dolor que la mayoría de la gente. Sus manejos en la corte
zarista indican sin duda alguna que pretendía ser el auténtico poder en la
sombra, manejando a su antojo a Nicolás II y Alejandra, y posteriormente a sus
herederos al trono, aunque el zar no era una marioneta en sus manos como su
esposa, al menos en parte…
Bibliografía
- Rasputín y las Mujeres, Rene Fulop Miller. 1927.
- Historia de la Revolución Rusa, Trotsky. 1932.
- Lo Inexplicado, vol. 8. 1980.
- Rasputín, Henri Troyat. 1996.
- El Porqué de Rasputín. Recuerdos de su hija, María Rasputina. 2000.
- Rasputín. Los Archivos Secretos, Edvard Radzinsky. 2001.
- Rasputín, Gilbert Maire. 2004.
- Rasputín. El diario secreto, Alexandr Kotsiubinski y Danil Kotsiubinski. 2005. En este libro se desmonta la imagen sexual del místico libertino, y se da una imagen totalmente distinta, tachándolo prácticamente de impotente.
- Locos de la Historia: Rasputín, Alejandra Vallejo Nágera. 2006.
- La Reliquia de Rasputín, William M. Valtos. 2001.
- La Profecía Romanov, Steve Berry. 2004.
- El Testigo Invisible, Carmen Posadas. 2013.
Fuentes en
Internet:
- Wikipedia
- Biografiasyvidas.com
- Canaltrans.com
- Personajesenigmaticosdelahistoria.blogspot.com.es
- phistoria.net/reportajes-de-historia
- portalplanetasedna.com.ar
Filmografía
- La Muerte de Rasputin, National Geographic. Documental
- Rasputin, Biography. Documental.
- Rasputin, Discovery Max. 2009. Documental.
- Rasputin, Don Sharp (Christopher Lee, Barbara Shelley). 1966.
- Rasputín, Elem Klimov (Aleksei Petrenko, Anatoli Romashin). 1976.
- Agonía, Elem Klimov (Alekxej Petrenko, Anatolu Romasjn). 1981
- Rasputin, su Verdadera Historia, Uli Edel (Alan Rickman, Grieta Scacchi, Ian McKellen). 1996.
Otros
Rasputín es un personaje que ha
calado muy profundamente en la cultura popular, debido sobre todo no tanto a
sus manejos como a la forma en que acabó su vida; al fin y al cabo, intrigas
palaciegas las ha habido a lo largo de todos los tiempos, y casi ninguno de los
interesados ha trascendido demasiado por ello, sino por otros logros…
En el caso del monje loco, si es que
realmente lo estaba, podemos decir que su imagen ha llegado hasta nuestros días
a través de múltiples aspectos de la cultura popular:
- En la música, no podemos dejar de mencionar la canción que le dedica el grupo Boney M.
- También a nivel de espectáculo, podemos citar el musical de John Hurt, Rasputín.
- Al igual que otros muchos personajes de la historia como Juana de Arco, Vlad Tepes, Elizabeth Bathory o el Rey Arturo por citar sólo algunos, ha sido llevado al mundo de los videojuegos en títulos como World Heroes, Rasputin (Firebird), Rasputin’s Curse…
No hay comentarios:
Publicar un comentario