sábado, 31 de octubre de 2015

MARCO POLO

MARCO POLO
EL VIAJERO IMPENITENTE

José Francisco Sastre García

       Si existe un nombre que encarne los viajes por antonomasia, ése es, sin duda alguna, el de Marco Polo, un veneciano que allá por el siglo XIII se dedicó a recorrer las regiones más lejanas de Oriente, en especial China y la Corte del gran Kublai Khan.
          A su regreso contó maravillas de sus viajes, hasta el punto de que sus coetáneos ponían en duda sus afirmaciones y aventuras, algunas de las cuales resultaban por cierto verdaderamente chocantes.
        ¿Hasta qué punto fue fiel a lo que vio? ¿Llegó hasta dónde se dice que lo hizo? ¿O buena parte de sus aseveraciones son en realidad datos tomados de terceros, que él no vio en persona? Veámoslo…

El personaje

            Como ya hemos dicho previamente, Marco Polo era veneciano de nacimiento: vio la luz allá por el 15 de septiembre de 1254, en una familia muy marcada por el espíritu mercader: mientras aprendía el oficio, su padre Niccolo y su tío Maffeo ya se dedicaban a visitar el gran continente asiático, con fuertes sospechas de que probablemente llegaran hasta Catay, el nombre que los mongoles daban a China, y conocieran a Kublai Khan. Ninguno de ellos vio al vástago hasta que no regresaron en 1269, cuando contaba 15 años de edad.
            Sin embargo, esta afirmación de su origen veneciano ha sido puesta en entredicho por algunos investigadores: los cronistas posteriores a nuestro personaje rastrearon su genealogía y lo hicieron nacer en el Mar Adriático, en la isla de Curzola, perteneciente a Croacia, donde todavía hoy se conserva una vieja casa considerada como el lugar en que vino al mundo.
            Posteriormente, esta teoría se puso en evidencia: basándose en el apellido Polo, de origen veneciano, intentan mantener la hipótesis más extendida, pero las dudas se mantienen: algunos historiadores sugieren que su verdadero nombre era Marc Pol, de cuya etimología se puede asegurar que apareció en Dalmacia, una pequeña región perteneciente a Croacia; para justificar esta aseveración, se acogen a unos registros aparecidos en el anuario veneciano Chronicum Iustiniani, de 1358, en los cuales se indica que el escudo familiar de los Pol contiene tres pájaros de agua, conocidos en Dalmacia del Sur como pol; estas mismas aves recibían, en Venecia, el apelativo de pola, del cual se cree que derivaron los apellidos Polo y Polla en Italia.
            En cualquier caso, al regreso de su padre y su tío, el espíritu viajero, o más bien la petición del Gran Khan a través de una carta dirigida al Papa, por entonces Gregorio X, de que le enviaran gente ilustrada, hizo que se pusieran de nuevo en movimiento: los tres se embarcarían en el primer viaje que Marco haría al interior de Asia. También influiría en este hecho el que recientemente había perdido a su madre.
            En este sentido, y para situar en su contexto más adecuado las andanzas de estos exploradores, hemos de comentar que, en aquella época, en Europa del gran continente oriental no se conocía más que lo que actualmente se denomina el Oriente Medio, y poco más: las noticias eran en el mejor de los casos confusas y, sobre todo, muy mitificadas, con grandes dosis de leyendas entreveradas en medio de las verdades; en este entorno se situaba una de las leyendas que más ríos de tinta han hecho correr, la historia del Reino del Preste Juan, un lugar sagrado, cristiano, enclavado en el corazón del mundo infiel, en pleno centro de Asia, y que supuestamente se puso en contacto con las autoridades eclesiásticas de la época a través de varias cartas.
            En el asunto de la mercadería, todos los negocios pasaban, casi sin excepción, por las manos de los persas y los árabes, y la amenaza mongol, que acabó por someter a algunos de estos reinos, comenzaba a despertar un alto interés en Europa: las posibilidades de tener un buen cliente, un aliado contra el mundo islámico y, a su vez, un buen caldo de cultivo para extender mediante la evangelización el cristianismo entre aquellos pueblos bárbaros, más tolerantes con sus creencias que los islámicos, eran muy amplias, lo que motivaba el movimiento de exploración que se dirigía en esa dirección.    
            En cualquier caso, corre el año 1271, y los tres aventureros parten de nuevo hacia Oriente: tras desembarcar en Acre, su camino los lleva hasta Tabriz, desde donde alcanzarán la capital imperial de Kublai Khan, Pekín, a través de la Ruta de la Seda. El joven Polo impresionará de tal manera al poderoso emperador mongol que lo designará como su consejero y, más adelante, su emisario, otorgándole diversos destinos durante varios años, uno de los cuales lo llevó hasta Pagán, en Birmania. Durante este tiempo observó y aprendió muchos de los avances que los chinos tenían en su cultura: en bastantes casos, estaban bastante más avanzados que Europa…
            El tiempo en la corte del Gran Khan fue muy fructífero para el trío: mientras los hermanos Polo se dedicaban a los negocios, al tiempo que actuaban como consejeros militares de Kublai, Marco fue nombrado durante tres años de la ciudad de Yangzhou.
            Tras regresar de sus diferentes servicios a la corte imperial, se encuentran con una embajada del rey de Persia, que acude a solicitar al Khan una princesa para su monarca; los Polo ven en esa ocasión una oportunidad para, acompañando a la legación, regresar a Venecia.
            El regreso lo harían principalmente por mar: tras dirigirse hacia Yangzhou, embarcaron y navegaron costeando toda la China Meridional, pasando por Indochina, Malaca y Sumatra, hasta llegar a Ceilán, desde donde seguirían bordeando la India hasta arribar a la península de Kathiawar. La singladura los llevaría posteriormente hasta Ormuz, en el Golfo Pérsico, donde desembarcarían para dirigirse por tierra hacia Tabriz; una vez allí, cruzaron el Caúcaso y al llegar a Trebisonda, embarcarían de nuevo, para llegar hasta Constantinopla, desde donde por fin volverían a Venecia. Con ellos vendría una princesa china llamada Kokacín.
            Habían pasado fuera de su hogar 24 años: el regreso se producía en 1295, y la aparición de aquellos personajes supuso una auténtica revolución para Venecia.
            Los Polo y su egregia acompañante se convirtieron en un auténtico fenómeno de masas, atrayendo a una inmensa multitud de ávidos oyentes, deseosos de escuchar todas las maravillas que se contaban acerca de la inmensidad desconocida de Asia y, sobre todo, de la lejana China. La incredulidad era tal que hubieron de exponer las riquezas que se habían traído de Oriente para que sus coetáneos admitieran la veracidad de sus fantásticas narraciones…
            Sin embargo, para Marco las cosas no habían hecho más que empezar: de carácter impaciente, participó como capitán de una galera en la guerra entre Génova y Venecia: en 1298, tras la batalla naval de Curzola (o Kórchula, según la grafía que se adopte), fue capturado por los genoveses y encerrado; durante ese tiempo, se dedicó a dictar a su compañero de celda, un escritor llamado Rustichello de Pisa, el que sería su libro por excelencia: Il Millione, El Millón, que en España sería traducido como Los Viajes de Marco Polo o Libro de las Maravillas. Se sabe que, inicialmente, el escrito fue redactado en lengua provenzal, pero no tardó en convertirse en un gran éxito y verse traducido a muchas lenguas europeas; con todo, el original se perdió, y las traducciones que quedan, en diferentes versiones y lenguas, resultan en ocasiones contradictorias entre sí.
            La prisión le duró un año: fue liberado en 1299. Con el tiempo, se convirtió en un mercader de gran importancia, lo que le permitió acceder al Gran Consejo de la República de Venecia como miembro.
            Hasta qué punto pudo llegar la incredulidad de lo que el viajero contaba en aquellas páginas, que su propia familia, en su lecho de muerte, le pidió que confesase que había mentido en la narración de sus aventuras. En este punto, las palabras de Marco fueron taxativas: “¡Sólo he contado la mitad de lo que vi!”.
            Marco Polo fallece el 9 de enero de 1324, siendo enterrado en la iglesia de San Lorenzo de Venecia.

            La obra de este viajero refleja una sociedad y una cultura que hasta aquel momento era prácticamente desconocida para los europeos, cargada con un oropel que difícilmente puede ser creíble a pesar del conocimiento que se tiene de la gran civilización mongol de aquella época: destacó el magnífico esplendor de la capital, la organización administrativa de que hacían gala tanto en Pekín como en toda China, un sofisticado sistema de correos a base de puestos cada 50 kilómetros y aldeas cada 5, la construcción de obras públicas, un excepcional trabajo artesanal de la seda, y el uso del papel moneda, que supuso una revolución cuando llegó a Europa.
            La fastuosidad de las ciudades venía reflejada con una exquisitez impresionante: gigantescas ciudades de tiendas, palacios resplandecientes de oro en Pekín y Shangdu, un parque salvaje de alrededor de 25 kilómetros cuadrados en los que el Khan se entretenía en la caza de águilas, leopardos y tigres con halcones amaestrados… Las fiestas en la corte eran monumentales, opíparas, donde corrían como ríos el vino de arroz y el kumys mongol (hecho de leche de yegua ligeramente fermentada); y cuando llegaban los momentos de necesidad, el pueblo no pasaba hambre, pues la gran cantidad de silos y graneros imperiales repartían la comida a lo largo y ancho del territorio; redes de carreteras que mantenían conectados todos los rincones que gobernaba el Gran Khan, un gran canal que corría desde Hangzhou hasta Pekín, con un exhaustivo mantenimiento para promover de forma adecuada los vínculos comerciales entre la China del Norte y la del Sur…
            Los venecianos no daban crédito a lo que oían o leían, sobre todo cuando se encontraban con descripciones como las de Kinsay, una ciudad que por aquella época era tan grande (unos 150 kilómetros de perímetro y más de millón y medio de habitantes) que hacía palidecer a la propia Venecia, una de las ciudades más grandes de Europa, que no llegaba ni de lejos a semejante tamaño; al parecer estaba perfectamente pavimentada, con canales con miles de puentes, cuyos elevados arcos permitían el paso a los barcos con los mástiles levantados… Había un servicio permanente de guardia contra incendios (teniendo en cuenta que la mayoría de las casas eran de madera, la precaución era absolutamente natural), y tenía un “reloj” que marcaba las horas a golpes de gong. Los mercados y las tiendas eran innumerables, dando abastecimiento holgado a toda la ciudad. Y había baños de agua fría por todas partes.
            Sin embargo, no todo se redujo a la descripción de la estructura del imperio mongol, sino que además se entretuvo en narrar todas las maravillas de la fauna y la flora que encontró en sus viajes, dando lugar a mitos que han perdurado hasta nuestros días, como puede ser el del unicornio: en su narración leemos acerca de una “bestia con cabeza de cerdo, cuerpo de elefante y con un cuerno que crecía de su nariz”. Parece bastante evidente que estaba aludiendo al rinoceronte indio, máxime teniendo en cuenta que fue una de las regiones por las que se movió, pero el público, influenciado por las leyendas griegas y romanas acerca del mítico animal, y además su imaginación espoleada por el hecho de que algunos exploradores se presentaron ante él con el colmillo del narval, que representaba a la perfección el ideal del cuerno del unicornio, aceptó a pies juntillas que Marco Polo había contemplado de cerca de la legendaria bestia.

           Como ya he comentado en el prólogo de este artículo, últimamente han surgido dudas acerca de los viajes que este explorador realmente realizó: la mayoría de los investigadores aceptan que, efectivamente, alcanzó la China imperial.
            Pero hay un grupo reducido de historiadores que no comparte esta opinión, sino que plantea el interrogante de que tal vez no llegase tan lejos, sino que en realidad la información que ofreció al mundo procediera de terceras fuentes, sin que él hubiera llegado a ver lo que narraba. Para justificar esta idea, aducen que en su libro no menciona detalles tan tradicionalmente chinos como la escritura china, los palillos, el té, el vendado de pies de las mujeres o la legendaria Gran Muralla.
      Según se cuenta, Marco Polo no sólo se trajo de China una princesa, sino también descubrimientos como los helados, la piñata o la pasta, especialmente los espaghettis; pero hasta estas afirmaciones se están cuestionando, pues al parecer hay referencias sobre la pasta como un alimento muy conocido en Grecia e Italia desde la antigüedad; y en la España árabe aparecen también alusiones claras a los fideos, denominados por aquel entonces aletría, desde el siglo XII, es decir, alrededor de un siglo antes. La piñata, originalmente una vasija adornada con papeles de colores, que se rompía con palos para conmemorar la primavera, fue rápidamente incorporada por los italianos para simbolizar la victoria del bien sobre el mal; posteriormente, el resto de occidente la recogió y la convirtió en una forma de regalar dulces en los cumpleaños.
            De lo que no se puede dudar es de que Il Millione sirvió como una importantísima fuente de inspiración para todos los exploradores posteriores: de hecho, una de las copias estaba en posesión de Cristóbal Colón durante su viaje de 1492.

Consideraciones

  • En la biografía de Marco Polo me encuentro con una curiosidad: si se supone que era un hombre cultivado e inteligente, ¿por qué dicta El Millione a su compañero de prisión en lugar de escribirlo él? Me resulta imposible creer que no supiera escribir, así que la única explicación que le encuentro es que quisiera aprovechar las dotes como escritor de Rustichello de Pisa para dar más color a su obra. Pero incluso en este aspecto resulta intrigante comprobar que, a pesar del gran éxito que su regreso de Catay supuso, espero tres años, desde 1295 a 1298, para ponerse a escribirlo. ¿No hubiera sido más lógico aprovechar el tirón que tenía en Venecia, y haberse lanzado en ese momento a la redacción de su gran obra de viajes? Le hubiera supuesto aún más notoriedad…
  • En lo que respecta a las dudas que se vierten acerca de sus viajes, sobre todo por el hecho de no mencionar ciertos detalles notorios de la cultura china, tal vez podrían establecerse algunas salvedades:
o   La ausencia de menciones de la Gran Muralla. Los viajes de Marco Polo le hicieron moverse por la región norte de Catay, básicamente en el Palacio del Gran Khan; teniendo en cuenta que la principal ampliación de la muralla tuvo lugar durante la dinastía Ming, entre 1368 y 1644, es factible pensar que en tiempos del gran viajero, si llegó a ver la obra, no la encontrara tan imponente como para hablar de ella.
o   La cuestión del té. Los europeos comienzan a conocer el té como tal allá por 1497, cuando los portugueses llegan a la India, donde el consumo de esta bebida estaba muy extendido; sin embargo, entre los mongoles, que es donde se centra sobre todo Marco Polo, el consumo de esta sustancia era mínimo, al contrario que entre sus súbditos chinos, que lo tomaban con mayor asiduidad. Como apoyo a esta idea, comprobamos que sí habla con más extensión de las típicas bebidas mongolas, preparadas a base de leche.
o   Los pies vendados. La práctica de vendar los pies a las niñas era una costumbre china, concretamente de la aristocracia, no mongola; si a eso le añadimos que las niñas sometidas a esta práctica eran recluidas en sus casas, ocultas a la vista de los extranjeros, no resulta extraño que Marco no lo mencionara.
o   La escritura china. Puesto que por esos tiempos ya existía un movimiento ciertamente fluido entre Catay y Europa, en occidente se conocía la escritura china, por lo que no resultaba una cuestión de trascendencia o innovación tal como para que se viera reflejada en Il Millione. Al fin y al cabo, nuestro viajero pareció centrarse más en las maravillas contempladas, en las costumbres exóticas, que en hablar de detalles que consideraba ya conocidos.
o   Los archivos chinos. Se han intentado utilizar para apoyar la tesis de que nunca llegó a ver a Kublai, pero la cuestión sigue sin quedar totalmente clara: estos archivos eran un ejemplo de celo y sistematización, sin dejar escapar ni una coma de la vida del imperio, por lo que resulta sorprendente que su nombre no aparezca por ninguna parte asociado a su cargo cercano al emperador; sin embargo, algunos historiadores concluyen que en realidad sí que aparece, aunque el nombre que figura es Po-Lo.
o   El detalle del que hace gala en su relato hace pensar que seguramente sí que vio lo que contó: el uso del papel moneda, la descripción del Gran Canal, la estructura del ejército mongol, el aspecto de los tigres o el elaborado sistema de correos que abarcaba todo el imperio; también cabe pensar de esta manera al comprobar que es el primero en mencionar al Japón por su nombre chino: Zipang o Cipango.
o   Otro de los detalles que dan pie a pensar que estuvo en Pekín y por sus alrededores es la descripción que hace de un puente del que se piensa que pudo ser el que sirvió de base para la segunda guerra chino-japonesa de 1937; en este lugar, a unos 15 kilómetros al Suroeste de Pekín, el 7 de julio de 1937, se produjo lo que se llama el Incidente del Puente de Marco Polo, la desaparición de un soldado japonés y el tableteo de varios disparos de incierto origen, que hicieron elevar la tensión hasta provocar movimientos militares mucho más serios que acabarían por desembocar en la citada guerra.
·         Prácticamente no se sabe nada acerca del carácter de Marco Polo, y todos los estudios e investigaciones acerca de sus viajes pasan, indefectiblemente, por su obra clave, Il Millione. Esto supone tener una única versión de la historia, como muchas veces ha pasado, no poder contrastar unas fuentes con otras para delimitar hasta dónde llega la realidad y dónde comienza la imaginación, con la consecuente sospecha de que no todo es tan bonito como nos lo pinta.
o   Seamos lo más objetivos posibles, y pongámonos en la piel de Marco Polo por un momento: siglo XIII, las comunicaciones se realizan a uña de caballo o de carromato, y en el mejor de los casos por barco. En el caso que nos ocupa, para llegar de Venecia a la Corte de Kublai Khan, estamos hablando de más de 13.000 kilómetros recorridos en unos cuatro años de viaje: esto supone, grosso modo, unos 9 kilómetros diarios de media, teniendo en cuenta que a lo largo de su recorrido debían atravesar desiertos, cordilleras, enfrentarse a peligros como los bandidos o animales peligrosos, encontrarse con culturas con las que les cuesta o no pueden directamente entenderse… Aparentemente la media es buena, a uña de caballo se puede recorrer bastante más en un día, pero eso en un territorio razonablemente llano, sin demasiadas escabrosidades ni yermos. Y, por supuesto, sin contar el imponderable de los elementos hostiles: bandidos que te capturan y tienes que conseguir liberarte, desvíos de la ruta prevista por diversos motivos…
o   La reacción de los venecianos ante la narración de Marco Polo es sintomática de lo que acabamos de reflejar: tantas aventuras, tantas maravillas… Aunque no dudo que la Corte del Gran Khan dispusiera de un gran esplendor (al fin y al cabo, Kublai se había “modernizado” bastante con respecto a sus ilustres antecesores, Gengis Khan u Ogodai) y de que la organización chino-mongola fuera excepcionalmente buena con respecto a la europea, tengo la sensación de que en Il Millione hay una buena dosis de exageración: puesto que detrás de este viaje se encontraban motivos comerciales y de alianza contra el infiel islámico, había que convencer fuera como fuera a los coetáneos de que resultaba muy beneficioso relacionarse con los mongoles; y qué mejor que ponerlos como gentes “a la europea”, susceptibles de aceptar a los cristianos y sus costumbres sin empacho alguno.
o   A esto se le añade otro hecho: el famoso viaje de Marco Polo es inmediatamente posterior al de su padre y su tío, que se supone también conocieron al gran Kublai. ¿Qué es lo que hace distintos estos dos viajes? ¿Por qué en el primero no se habla de las maravillas del viaje y de la Corte Mongola, y en el segundo se ensalza todo como si de algo novedoso se tratara? Quizás haya que pensar, tal y como se indica en el punto anterior, que nos encontramos ante una operación de markéting puro y duro: el segundo viaje contaría entre sus filas con un experto en publicidad, micer Marco Polo que, aunque avisado por sus parientes de lo que se iba a encontrar, decidió magnificarlo en su obra, pasando a la historia como el gran explorador por antonomasia, aunque en realidad no hiciera otra cosa que repetir el viaje de su familia.
Bibliografía

  • Il Millione, Marco Polo (Rustichello de Pisa). 1298.
  • Marco Polo: Aventuras en China, Ruggoff Milton. 1965.
  • La Italia del Año 1000, Indro Montanelli. 1965.
  • De Marco Polo a Christopher Colomb, Jean Favier. 1968.
  • All Possible Worlds: A History of Geographical Ideas, Geoffrey Martin & Preston James. 1972.
  • Marco Polo, Lola Fonseca. 1983.
  • The Discoverers, Daniel J. Boorstin. 1983.
  • Marco Polo, Jacques Heers. 1983.
  • La Ruta de la Seda, Aly Mazalieri. 1983.
  • La ruta de la Seda, Luce Boulnois. 1986.
  • Marco Polo y la Ruta de la Seda: Pueblos, Paisajes y Leyendas, Jean Pierre Drége. 1992.
  • El Veneciano Aventurero: Descripción de la Vida, Tiempos y Obra de Messer Marco Polo, Henry H. Hart. 1994.
  • Did Marco Polo Go to China?, Frances Wood. 1995.
  • Marco Polo y su Época, Christine Germaine. 1997.
  • Tras los pasos de Marco Polo, William Dalrymple. 1998.
  • Marco Polo: from Venice to Xanadu, Laurence Bergreen. 2007.

  • El Viajero, Gary Jennings. 1984.
  • La Conjuración de Venecia, Francisco Martínez de la Rosa. 1993.

Fuentes en Internet
  • Wikipedia
  • Biografiasyvidas.com
  • Profesorenlinea.cl

Filmografía

  • La Verdadera Historia de Marco Polo. Documania. Documental.
  • Marco Polo. Serie Mundo en Acción. Documental.

  • Las Aventuras de Marco Polo, Archie Mayo (Gary Cooper, Basil Rathbone, Sigrid Gurie). 1938.
  • Marco Polo, Hugo Fregonese (Rory Calhoun, Yoko Tani). 1961.
  • Las Aventuras de Marco Polo, Denys de La Patellière, Raoul Lévy, Noël Howard (Anthony Quinn, Omar Sharif, Elsa Martinelli). 1965.
  • Marco, Seymour Robbie (Jack Weston, Zero Mostel). 1973.
  • Ma-Ko Po-Lo, Chang Cheh (Cheung Fu Sheng). 1975.
  • Marco Polo: The Missing Chapter, Rafi Bukai (Sharon Shamir, Victor Markovitz, Jim Stark). 1996.
  • Marco Polo, Kevin Connor (Ian Somerhalder, B.D. Wong). 2007.
  • Marco Polo. Ken Marshall, Denholm Elliott, Tony Vogel. 1982. Miniserie.

  • Marco Polo, Paul Griffiths. 1996. Ópera.




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