sábado, 17 de junio de 2017

SIR ARTHUR CONAN DOYLE

SIR ARTHUR CONAN DOYLE

José Francisco Sastre García

            Hablar de Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 22 de mayo de 1859 – Crowborough, 7 de julio de 1930) es hablar, sobre todo, de su personaje más inmortal, el detective consultor Sherlock Holmes, paradigma de la sagacidad y la inteligencia al servicio de la investigación criminal.
            La obra de este médico / autor escocés es mucho más amplia de lo que mucha gente cree: muy conocidos son, también, su personaje del Profesor Challenger, en palabras de Conan Doyle, “un cerebro privilegiado en el cuerpo de un hombre de las cavernas”, y las aventuras de corte histórico en las guerras napoleónicas (el brigadier Gerard), la guerra de los boers, y otras.
            Teniendo en cuenta la fama que cogieron los relatos de Holmes, resulta sorprendente descubrir que no era ni de lejos su personaje favorito; de hecho, llegó a decirle a su madre que “quería matar a Sherlock Holmes, ya que estaba gastando su mente”. Por aquel entonces, ya había adquirido tal renombre que ella misma le advirtió que la gente no se lo iba a tomar a bien, y así resultó: en “El Problema Final” acaba con su vida en un enfrentamiento con su mortal enemigo, el profesor Moriarty (un elemento, por cierto, que apenas aparece en la obra del escritor a pesar de toda la parafernalia que se ha escrito y filmado sobre él), lo que conlleva que el público lector, ávido de más historias sobre el detective consultor, se le echara al cuello llamándole de todo, declarándolo asesino, que se le juzgara por haber matado a su personaje, y exigiéndole que lo resucitara…
            Doyle aguantaría un cierto tiempo hasta que, con tanta presión, decide publicar “El Sabueso de los Baskerville”, una novela que posteriormente traería nueva controversia, ya que fue acusado de plagiarlo a un periodista, Bertram Fletcher Robinson, amigo de Conan Doyle, por Rodger Garrick-Steele, también escritor. La cosa podría haber quedado en una mera anécdota si el escritor no hubiera cargado las tintas aún más acusando al escocés de haber sido el amante de la mujer de Robinson, y que la muerte del periodista había sido fruto de una conspiración entre los adúlteros para hacerla parecer por causas naturales…
            Al margen de todo esto, que ha surgido en época reciente, el hecho de que siguiera sin resucitar a Sherlock Holmes hacía que el público continuara volcado en sus ataques contra él, hasta que, harto de todo, decidió devolver a la vida a su personaje en “El Misterio de la Casa Deshabitada”. Los ánimos se calmaron por fin y las cosas volvieron a una cierta normalidad.
             Con todo, el personaje que más acabado se considera es el profesor Challenger, un excéntrico científico embarcado en las más extravagantes aventuras en pos de inventos o descubrimientos de lo más insólito y, en ocasiones, sorprendente: desde descubrir una tierra detenida en el tiempo (“El Mundo Perdido”), hasta construir máquinas que podrían considerarse un avance de lo que estamos empezando a vivir (“La Máquina Desintegradora” o “El Día en que la Tierra Aulló”, por ejemplo).
            La época victoriana que le tocó vivir le influyó poderosamente a la hora de tocar temas muy específicos tanto en sus relatos como en su vida: se convirtió en un ferviente seguidor del movimiento espiritista, convencido de que los espíritus existían y que regresaban del otro mundo para hablar con los vivos, cuestión que tocó en más de un relato y, especialmente, en su libro “La Tierra de la Niebla”, en la que el Profesor Challenger, un científico perseguidor de todo tipo de engaños sobrenaturales en cuanto tenía ocasión, acaba por convertirse, igual que su creador, a la fe espiritista, tras convencerse de que ha hablado con su mujer fallecida.
            Aún fue mucho más lejos en estos caminos: por aquel entonces estaban de moda las hadas, se hacían muchas fotografía, en su mayor parte demasiado borrosas o ambiguas para tenerlas en cuenta, hasta que surgió un caso que trascendió más allá de toda medida: el asunto de las hadas de Cottingley.
            No me extenderé demasiado en este tema, pues se puede encontrar fácilmente, tan sólo comentar que las hermanas Wright hablaron acerca de que jugaban y hablaban con hadas, e incluso llegaron a hacerse algunas fotos muy “claras” con ellas; las figuritas se ven muy a la moda de la época, lo que hizo sospechar, y con razón, que se trataba de montajes de recortes de diversas revistas de la época.
            La cuestión es que Conan Doyle siempre creyó hasta su muerte que las hadas de Cottingley eran seres reales, y que se trataba de seres elementales de la naturaleza a los que sólo podían ver personas con una sensibilidad o unas dotes especiales: defendió el caso a capa y espada, empleándose a fondo, y ganándose una fuerte fama de crédulo e inocente a causa de esto y del espiritismo, algo que le reportó muchas burlas y un descrédito que pudo perjudicarlo como escritor o como médico.
            Al margen de todo esto, no podemos dejar de hablar de Conan Doyle como escritor: el estilo y la forma que muestra en su obra resultan de lo más atractivos, yendo al grano y procurando generar la ambientación y la necesidad adecuadas según lo que estuviera escribiendo; así, en Sherlock Holmes se recrea en los detalles, explicando la investigación paso a paso, mostrando una y otra vez el aserto del detective de que para resolver un caso hay que ir eliminando lo que no puede ser, y que lo que quede, por improbable que parezca, ha de ser la verdad; en el profesor Challenger sigue una línea muy parecida, explicando las ideas del personaje y sus pasos para llegar al punto al que quiere llegar; y en sus novelas históricas recrea los escenarios con gran fuerza, manteniendo dentro de lo que cabe todo dentro de los cauces de la historia…
            Su estilo es rápido, directo como una flecha, aunque en ocasiones puede ralentizarse un poco, con una prosa decimonónica que resulta de lo más adecuada para el ambiente en que se desenvuelven los personajes; los relatos cortos se vuelven tan efímeros que dan la sensación de haber sido dejados a medias aposta para que el lector pida más, mientras que las novelas, aunque eficaces y eficientes, por momentos pueden resultar un poco más lentas o flojas. Icono del género policíaco o negro, ha sido fuente de inspiración para muchos autores posteriores.

            Para terminar, podemos contar de él una cuestión que surgió en 2015: un grafólogo español, Jesús Delgado, estudió al escocés y consideró, en su libro “Informe policial: la Verdadera Identidad de Jack el Destripador”, la posibilidad de que el terror del Londres de finales del siglo XIX hubiera sido en realidad Sir Arthur Conan Doyle. ¿Verdad? ¿Ilusión? No parece probable, aunque en el caso del Destripador nada es descartable y, al mismo tiempo, nada resulta lo suficientemente incontestable como para poder afirmar algo con rotundidad. El hecho evidente es que el Holmes de Doyle jamás se enfrentó al Destripador, tal vez porque el autor no tenía suficientes datos como para establecer una novela en la que exponer una idea razonable. O porque quizás el trasfondo de esta truculenta historia tenía demasiada miga como para intentar meter mano, no fuera a ser que se la cortaran…

2 comentarios:

  1. No te has dejado ni un dato. Está muy bien documentado y muy interesante la verdad.
    Por cierto, yo estoy viendo una serie (a mi gusto muy buena) titulada "Houdini y Doyle" donde ambos personajes, uno incrédulo y el otro inocente resuelven casos juntos con la ayuda de la agente de policía Adelaide Stratton.
    Creo que en la realidad llegaron a ser amigos pero, tengo entendido que la mujer de Doyle, hizo una sesión de espiritismo para contactar con la madre de Houdini haciendo escritura automática. La madre de Houdini no hablaba inglés por lo que Houdini al leer la grafía inglesa dejó de hablarse con Doyle. ¡Quién sabe si fue verdad o solo leyenda!
    Un saludo ;)

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    1. Buenas tardes, Laura, y muchas gracias por tu comentario. Disculpa que haya tardado tanto en contestarte, pero he andado un tanto...
      En efecto, Houdini y Doyle llegaron a ser amigos, pero había una diferencia de opinión irreductible entre ellos: mientras que Doyle intentaba convencer a Houdinid de que los espíritus existían y que los fenómenos eran auténticos, el escapista le rebatía una y otra vez asegurando que todo fenómeno tenía su truco... Ignoro si dejaron de hablarse por el motivo que citas, pero se puede buscar---

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