sábado, 23 de septiembre de 2017

WILKIE COLLINS

WILKIE COLLINS

José Francisco Sastre García

            Considerado uno de los grandes escritores del terror y el suspense del siglo XIX, Wilkie Collins es una figura que se mueve entre diferentes aguas; curiosamente, después de leerlo, la sensación que se me queda es que tal vez para su época fuera un gran escritor de terror, pero ahora, lo propondría más bien como un autor de misterio, de marcado ambiente psicológico.
            La Dama de Blanco, El Hotel de Los Horrores, La Confesión del Pastor Anglicano… Sus obras, pletóricas de calidad, trascienden el correr de los tiempos y se vuelven atemporales, estando tan vigentes hoy en día como lo estuvieron en su momento; y, sin embargo, en ese transcurso, en ese devenir, diríase que pierden parte del horror que pudieron haber transmitido, quedándose en un suspense con tintes sobrenaturales que no alcanzan a arrancar al lector el escalofrío propio de una historia de miedo…
            En el fondo, de Wilkie Collins tendríamos que decir, más bien, que se trata de un autor mucho más centrado en las personalidades de los protagonistas que en la propia trama que, aunque cuidada, resulta hasta cierto punto previsible: no hace falta avanzar mucho para que el lector vaya descubriendo lo que va a suceder y cómo va a terminar el asunto, aunque el escritor lo deje en una nebulosa de ambigüedad que pretenda generar una duda que se demuestra inexistente ante la contundencia de los datos aportados a lo largo de la narración; lo que realmente hace que sus historias adquieran ese valor añadido, ese valor de gran obra, es, como ya hemos dicho, la actitud que imprime en sus personajes, una actitud de por sí sorprendente.
            Si bien la mayoría de los protagonistas están cortados por los tópicos del siglo XIX, aquellos que están destinados a un destino funesto poseen un aliciente nuevo, distinto: en todos ellos se advierte un fatalismo que los conduce a la caída definitiva, a la perdición; ese fatalismo puede estar encarnado por cualquier cosa, cualquier detalle que les infunde el pavor que consigue que se entreguen sin ningún tipo de retención, negándose en el fondo a admitir que las cosas no tienen por qué salir de la manera que ellos han entendido… Se arrastran a sí mismos, en una suerte de mal de ojo autobuscado, autocomplaciente, hasta un punto de inexorabilidad que los lleva de forma directa e inapelable a concluir su existencia de la manera más funesta posible.
            Ésa es la clave principal de Wilkie Collins; ésa, y un estilo depurado, decimonónico, que incluso hoy en día llama la atención, de lectura fácil, sin sobresaltos ni florituras extrañas, con muy pocos giros inesperados, en una recreación prácticamente lineal que va guiando la historia de principio a fin sin ninguna desviación sobre el tema principal.



2 comentarios:

  1. Hola José,

    Teniendo en cuenta el mundo actual en el que vivimos y el tipo de terror que se escribe es normal que se le considere más de misterio. En aquella época, los cánones eran otros.
    Sin embargo y aunque la trama pueda ser algo previsible siempre es bueno disfrutar con clásicos como este que enriquecen nuestro vocabulario y nos apartan un poco de la fórmula de los actuales bestsellers.

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    1. Cierto, Laura: la literatura de misterio y terror se nutre de muchos y variados elementos, que hoy en día parecen haber quedado reducidos a tres o cuatro, en torno a los que giran todas las tramas y argumentos de las novelas. Los clásicos aportan mucho, siempre vienen bien para tener más perspectiva...
      Muchas gracias por tus palabras...

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